Yuval Noah Harari. ¿Evolución o extinción del sapiens?

 


Publicado el 2-7-2018 en la web DOPPIZERO. Traducido por Administrador, puede verse el original aquí:

https://www.doppiozero.com/materiali/yuval-noah-harari-evoluzione-o-estinzione-del-sapiens

MICHELA DALL´AGLIO

Pasamos de las canoas a la galeras, de los barcos de vapor a las naves espaciales, pero nadie sabe a donde nos estamos dirigiendo. Somos más potentes de lo que nunca fuimos, pero no sabemos que hacer con todo este poder.

Lo peor de todo, los humanos parecen más irresponsables que nunca. Somos dioses que se han hecho a sí mismos, en nuestra compañía tenemos sólo las leyes de la física, y no debemos dar cuentas a nadie …. ¿Puede haber algo más peligroso que una masa de dioses insatisfechos e irresponsables que ni siquiera saben lo que quieren?

Con esta pregunta termina el ensayo del historiador israelí Yuval Noah Harari “Sapiens. De animales a dioses”, publicado en Israel en 2.011, traducido a treinta lenguas, lanzado en italiano en la editorial Bompiani en 2.014, y en edición revisada en 2.017, que ha vendido en el mundo más de cinco millones de ejemplares. Harari – nacido en Haifa en 1.976, Doctor en Filosofía en Oxford, experto de historia medieval y militar, actualmente enseña historia universal en la Universidad Hebrea de Jerusalém – nos cuenta el camino de nuestra especie desde hace setenta mil años, época en la que parece que se ha verificado la revolución cognitiva que ha transformado al hombre, criatura débil y poco significativa en comparación con muchas otras, en el dominador de un ecosistema que él mismo ha hecho global. Hoy somos el único ser viviente capaz de modificar la ecología planetaria, un poder que nos hace similares a los dioses de las mitologías antiguas. ¿Qué conseguirá de ello? ¿Nos transformaremos en un nuevo tipo de sapiens aun más evolucionado y potente? ¿O cambiaremos hasta el punto de que el concepto de ser humano desaparecerá, porque habrá desaparecido la realidad que aquel concepto expresaba?

El nuevo ensayo del historiador “Homo Deus. Breve historia del futuro” (Bompiani, 2017) es la continuación ideal de “Sapiens” y propone respuestas a estas preguntas. El interés suscitado a nivel internacional por este libro se demuestra por el gran número de conferencias, entrevistas y artículos que le han sido dedicados. Algunas portadas, como "The Guardian", "Evening Standard" y "Times Literary Supplement" han declarado “Homo deus” libro del año y en red es posible escuchar a su autor en un curso de historia muy seguido, Brief History of Humankind. A pesar de sus quinientas páginas, el libro es muy agradable gracias a las dotes narrativas del autor y a su humor brillante, capaz frecuentemente de arrancar la sonrisa a pesar – y es uno de sus objetivos – de que suscita no pocos motivos de preocupación en relación con el futuro.

Harari está interesado en desarrollar una reflexión de amplio vuelo sobre la historia, como cabría esperar de la filosofía de la historia, disciplina fascinante y difícil, cada vez más olvidada en favor de intereses históricos nuevos (historia material y sectorial) y completamente diferentes. En “Sapiens” y “Homo Deus” formula, a sí mismo y al lector, muchas preguntas, a las cuales no necesariamente quiere dar una respuesta, porque su evidente objetivo es el de estimular el pensamiento crítico de quien lee, mostrándole las posibles consecuencias de las premisas dadas. En toda buena investigación, por otra parte, las preguntas son cada vez más importantes que las respuestas, porque estas consiguen de aquellas el marco de la reflexión de Harari, formado de aquellas tres preguntas habituales, aquellas que han dado paso al pensamiento filosófico: quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos. Y su tesis es que “la historia comenzó cuando los hombres inventaron las divinidades y acabará cuando los hombres se conviertan en divinidades”.

Con “Homo deus”, Yuval Harari se coloca en la estela de aquellos historiadores que, como Guizot, Tocqueville, Coulange, Burckardt, Braudel, Spengler, Toynbee, han estudiado la historia profunda de la humanidad para identificar sus dinámicas y dirección. En esta perspectiva, considerando a la humanidad como una única entidad que comparte el mismo origen y el mismo destino, vuelve a recorrer los macro-acontecimientos de los siglos pasados sin entrar en los detalles, recurriendo a todas las disciplinas necesarias: ciencia, filosofía, antropología. Entre los historiadores que acabamos de citar, me parece que hay una particular sintonía con el autor de “La democracia en América”, Alexis de Tocqueville, quien, como Harari, investigaba el pasado con la mirada puesta en el porvenir para comprender el presente y prepararse para el futuro. Tocqueville se preocupaba de cómo era posible salvaguardar la libertad individual, piedra angular de la sociedad aristocrática, en la nueva sociedad democrática que estaba ocupando su puesto y en la cual el valor fundamental era la igualdad, también en detrimento de la libertad del individuo. Su intento no era expresar un juicio sobre aquel cambio de época, sino advertir a los contemporáneos de los peligros que asomaban en relación a la libertad, para que, queriéndolo, pudiesen evitarlos. Harari es movido por una preocupación similar, pero teme una amenaza diferente: teme que la supremacía de las tecnologías pueda hacer sucumbir el humanismo y con él los valores que por siglos han forjado la civilización. La inquietud que hacía decir a Tocqueville: “Cuando el pasado no ilumina el porvenir, la mirada avanza en las tinieblas”, es la misma con la que también la mirada de Harari, no sin una cierta ironía, se aventura en las mismas tinieblas.

La mirada dirigida al futuro ha hecho que ambos se hayan encontrado en la ambigua etiqueta de profeta. Un epíteto que Harari no aprecia para nada. En más ocasiones, de hecho, ha declarado que “Homo deus” no es una profecía, sino más bien “una contribución para la discusión de las elecciones a las que estamos llamados”, en la esperanza de que la conciencia favorezca opciones que vuelvan su predicción equivocada: “¿Cuál es realmente el objetivo de probar a imaginar el futuro si no desviarse de la trayectoria al menos un poco?”, ha declarado.

Y a quien encuentra exageradas o extremas sus previsiones responde: todas las predicciones que añaden un poco de pimienta en las argumentaciones de este volumen, no son otra cosa que el intento de poner en discusión los dilemas de la contemporaneidad, y una invitación al cambio para el futuro”.

¿Qué queremos alcanzar en el siglo XX? ¿Qué objetivos marcarán nuestros programas? Es de vital importancia, explica Harari, saber lo que queremos y los que no queremos, porque los deseos son los motores de nuestras acciones, individuales y colectivas. Durante siglos, la humanidad ha deseado con todas sus fuerzas liberarse de las hambrunas, de las pestilencias y de la guerra; el deseo ha dirigido nuestras acciones de modo que hoy la incidencia de estos castigos se ha reducido increíblemente en comparación con el pasado (Harari documenta con muchos datos sus afirmaciones). Desde el punto de vista técnico, probablemente podríamos ya erradicarlas completamente; si esto no sucede, explica, la responsabilidad debe ser buscada en razones y voluntades políticas. Pero cuando estos problemas estén completamente a nuestras espaldas, se pregunta, ¿qué ocupará el puesto como prioridad de los programas de la humanidad? Como bomberos en un mundo sin incendios, así, el género humano en el siglo XXI necesita formularse una pregunta inaudita: ¿qué queremos hacer de nosotros mismos? En un mundo carente de enfermedades, económicamente próspero y en paz, ¿sobre qué se centrarán nuestra atención y nuestro ingenio? Esta pregunta se convierte en doblemente urgente a causa de los inmensos nuevos poderes que la tecnología y las tecnologías informáticas son capaces de poner a nuestra disposición. ¿Cómo utilizaremos este poder?

Nuestro futuro depende de qué respuesta demos a esta pregunta. Su temor, como hemos dicho, es que los ideales del humanismo se desvanezcan y, poco a poco, paso tras paso, mezclándose con robots y ordenadores que lo mejorarán cada vez más, al final también desaparecerá el sapiens, para dejar paso a una versión actualizada suya, completamente diferente. Entonces, cuando nuestros descendiente miren atrás “se darán cuenta que no son ya aquel género de animal que ha escrito la Biblia, construído la Gran Muralla china y reído con las comicidades de Charlie Chaplin. Esto no sucederá en un día, o en un año. En realidad, está verificándose ya justamente hoy, por medio de innumerable cantidad de acciones habituales”.

Los objetivos de la humanidad del siglo XXI serán la inmortalidad, la felicidad y la divinidad, observa Harari. Pueden parecer quimeras absurdas, pero en realidad no representan otra cosa que los sueños y los deseos del antropocentrismo humanista llevados a sus consecuencias extremas. Si el hombre es el centro de todo, si nada puede interponerse entre él y lo que entiende que es su máximo bien, ¿por qué no intentar derrotar a la muerte, pretender ser siempre felices y querer adquirir un dominio total sobre la naturaleza, comprendida también nuestra biología? Como el sueño podría, verosímilmente, transformarse en pesadilla y llevarnos a la extinción en lugar de al paraíso terrenal, es uno de los temas centrales del libro.

Estamos ya buscando superar los límites impuestos por la biología y es cada vez más probable que, gracias a la tecnología, seamos capaces. Aunque aun por mucho tiempo la mayor parte de los hombres estará comprometida en las batallas habituales, la humanidad como colectividad - su sección de investigación y desarrollo, digamos -, avanza libremente por ese camino. Entre las muchas consecuencias, como efecto colateral, no pequeño, este proceso favorecerá la formación de una élite compuesta por quienes tienen los conocimientos tecnológicos, los medios para construir los dispositivos y la facultad de decidir quien puede aprovecharse de ellos. Toda cuestión presentará siempre aristas políticas y éticas, pero la complejidad será cada vez mayor, para que cada vez menos personas tengan las competencias necesarias para tomar decisiones políticas sabias, conscientes, justas y atentas al bien común. En el fondo, a pesar de sus intenciones, la de Harari puede ser definida una profecía, pero entendida en el sentido bíblico de advertencia contra un comportamiento inadecuado y de puesta en guardia de las consecuencias si se sigue un determinado camino.

Cada una de las tres partes en las que está subdividido “Homo Deus” es introducida por algunas preguntas que compendian los temas tratados en ellas. En la primera parte, se inicia con la comparación entre Homo sapiens y los otros animales, para comprender qué hace singular a nuestra especie (la imaginación, la narración, la cooperación flexible). Y el motivo de esta comparación, explica el autor, es que “la relación entre humanos y animales es el mejor modelo que tenemos para las futuras relaciones entre superhombres o (simples) hombres”.

La pregunta final es: “¿Homo sapiens es una forma de vida efectivamente superior o únicamente el matón del barrio?”. En la segunda parte, en el centro está el humanismo, entendido como el orden imaginario constituido que, a partir de la revolución científica, ha dado forma al mundo en los últimos trescientos años hasta hoy. El autor se pregunta cuales son las implicaciones económicas, sociales y políticas de este credo y cómo han llegado a convencernos de que somos nosotros quienes damos un sentido al mundo.

Para responder, examina “el extraño mundo que el Homo sapiens ha creado en los últimos milenios y el camino que nos ha llevado a nuestra actual encrucijada”. En la tercera parte, finalmente, la cuestión central es si los humanos serán capaces de continuar gobernando el mundo y dándole un sentido. Harari explica de qué modo la biotecnología y la inteligencia artificial pueden construir una amenaza para el humanismo, y se pregunta quién podría recoger nuestra herencia y qué nuevo orden de valores podría ocupar el puesto del humanismo. Y propone algunas hipótesis decididamente inquietantes, que quizá puedan parecer demasiado extremas, pero ciertamente alcanzan el objetivo de hacer reflexionar y agitar las conciencias. Es probable, espera el autor – y nosotros con él – que la atención que pongamos en los próximos años a la bioingeniería, a la inteligencia artificial, a la tecnología y a la salvaguarda del ecosistema, hagan desviar el futuro aquí descrito en una dirección diferente, en la que nuestra presencia tenga sentido y valor.

Imagen: Pixabay.



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