“Hacia Santiago” (libro del holandés Cees Nooteboom). Una recensión italiana y tres pequeños fragmentos

 


1) RECENSIÓN DE LA TRADUCCIÓN ITALIANA DEL LIBRO.

Publicado el 2-4-2011 en la publicación italiana NONOSTANTE. Traducido por Administrador, puede verse el original aquí:

https://nonostanterivista.wordpress.com/2011/04/02/critica-verso-santiago-di-cees-nooteboom/

GIORGIO PILASTRO.

No es demostrable pero yo lo creo: en el mundo existen lugares en los que una llegada o una partida son misteriosamente multiplicados por los sentimientos de cuantos llegaron al mismo lugar o de allí marcharon“. Son las palabras con las que Cees Nooteboom introduce su libro “Verso Santiago”. Es difícil entrar en la Plaza del Obradoiro ante la catedral de Santiago de Compostela con un millón de pasos a tus espaldas y no sentirse conquistados por esta afirmación. Podemos haberlo hecho mientras el cielo todavía amanecía sobre Santiago y la plaza estaba desierta (o casi) o durante la mañana, encontrando una multitud de personas que vagaban en el espacio frente a la iglesia con un extraño sentimiento mixto de euforia y de incredulidad. No cambia. La percepción de que aquel lugar es un aterrizaje y que nuestra llegada se entrecruza con la de una infinidad de personas que nos precedieron,y con otras que nos seguirán, es clara. Como el calco en negativo de la palma de una mano imprimido en la columna del pórtico de la Catedral por millares de mujeres y de hombres que quisieron dejar su impronta invisible. El resultado, como cuenta Nooteboom, es un surco “excavado en el duro mármol por los dedos de todos aquellos muertos”. Son gestos como este o sensaciones similares a las que se prueba doblando la rúa de Fonseca antes de entrar en la Plaza, los que contribuyen a crear la humanidad de aquellos que pisaron los caminos hacia Santiago. Un universo compuesto, heterogéneo, que desde hace siglos está reproduciendo sobre las sendas, a través de las decenas de países y pueblos atravesados o la impronta sobre la columna del Pórtico de la Gloria, el misterio del deseo de encaminarse, de descubrir, de alcanzar.

El tema de los libros de Nooteboom es frecuentemente los viajes. El nomadismo. Ya desde su primera narración, “Philip y los otros”, de 1.955. La narración de un viaje en autostop a través de Europa que anticipa en dos años al devastador (para una generación entera) “On the Road”, de Jack Kerouac. Se autodefine un espectador del mundo. En una reciente entrevista cuenta una especie de inquietud que lo lleva a deber viajar siempre. Y a contar : “[…] decidí ir a Santiago, había llegado, pero no había llegado realmente porque no había escrito sobre eso […]”. Viajar es contar un mundo ahora conocido. Escribir de lugares que otros ya vieron, subraya Nooteboom. “No podemos ya soprendernos”, como pudieron hacer los viajeros del Ottocento. Las actuales narraciones de viajes deben, entonces, asumir diferentes connotaciones. Desplazar la mirada para hacerse sorprender por las pequeñas cosas. Prestarle atención a imágenes e historias que se le escapan a los viajeros apresurados. Como para el Danubio de Claudio Magris: descripción de un intinetario en la busca de un continente encerrado a lo largo de las orillas de un río. O los cuentos de Paolo Rumiz que se desanudan a lo largo de recorridos insospechables, siguiendo las pistas de historias intuidas en las marcas de cartas geográficas olvidadas. Como el reportaje de Ryszard Kapuściński o del amigo Bruce Chatwin. Narrar para Nooteboom es intrínseco al vagabundear.

Verso Santiago” no es la narración del viaje hacia Santiago de Compostela. El subtítulo del libro (“Itinerari spagnoli”) deja bien claro su contenido. Es un viaje a través de España. En un arco de tiempo que abarca poco más que una década: del 1981 al 1992. “Quería ir a Santiago, pero los caminos se deshilacharon como una cuerda que se deshace, los años se acumularon, cada vez me alejé más de mi objetivo, hundiéndome en una España que cambiaba y en un paisaje que en cambio permanecía igual”. España es la protagonista del libro. “[] no fue amor a primera vista. Tuve un impacto inicial más difícil que con Italia: la lengua de las sonoridades más duras, el paisaje árido de Castilla. Cuando la vi por primera vez era un país pobre y bajo una dictadura. Actualmente no sé qué país amo más”. Nooteboom atraviesa España desde Navarra a Galicia con sus “nieblas celtas”. Y después hacia Extremadura o La Mancha sobre las huellas de Don Quijote, el Caballero de la Triste Figura (la Ruta de Don Quijote). Nuevamente en el Norte, hasta el País Vasco para contar su dura reivindicación autonomista. Pero no sólo son contados los lugares. También lo son, sobre todo, los personajes de una España atravesada a lo largo de su historia. Las parejas reales que reevocan los fastos de una España dominadora: Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, Felipe IV de España y su nieta Maria Anna de Austria, hasta Felipe II el Hermoso y Juana la Loca. La historia más reciente, y terribelmente trágica, de la guerra civil. Y después, por medio de las visitas a los grandes museos madrileños, los grandes artistas: Velázquez, Zurbarán y Picasso. Pero también los cuadros más anónimos con sujetos religiosos, dispersos en las tantas iglesias del campo español. Su antigua función, como explica el autor, era la de una representación didáctico-religiosa para creyentes analfabetos. Ahora, en los museos, se convierten en obras de arte extrañas a la vida. Pero hay también espacio para otras cosas. Para la fabada asturiana (sopa de habas y embutidos), por ejemplo, o la morcilla de Burgos (sanguinaccio). “Verso Santiago” es un viaje a la España desconocida de los pequeños pueblos, de los burgos, de las aldeas. En esto es verdaderamente un viaje hacia Santiago.





TRES FRAGMENTOS.

Título: Verso Santiago, Itinerari spagnoli.

Autor: Cees Nooteboom.

Idioma de la edición leida: italiano (original: holandés).

Ed: Feltrinelli.

Pp: 305.

Está publicado en español con el título: “El desvío a Santiago”

(http://www.leeryviajar.com/novela/el-desvio-a-santiago/).

1) La peregrinación a Santiago de Compostela es una de las arias de la “locura” en la lírica europea, un gigantesco ir y venir, el movimiento de millones de peatones, un flujo ininterrumpido de peregrinos procedentes de todas las tierras cristianas, reconocibles por la concha de Santiago, que se recogía en el Mont St Michel, en Tours, Vézelay, de Puy a Arles y a través de los Pirineos, se llevaba hacia el verdadero camino a Santiago. Hoy en día es casi imposible imaginar el ferveur religioso, el significado político y las implicaciones sociales, económicas y artísticas que este fenómeno reunía en sí. Durante siglos, un ejército estaba constantemente en el camino en una Europa en la que el pie era la unidad de medida. Quien participaba en el peregrinaje, voluntariamente o porque le había sido impuesto como penitencia , en aquellos inciertos tiempos debía abandonarlo todo, que será después el sueño de todo lo romántico, no en aquellos, sino en los tiempos siguientes. Así, esta peregrinación se convierte en un mito de sí mismo, y los lazos entre el Noroeste de España y el Norte de Europa se hicieron cada vez más estrechos; la separación, y con ella el deseo de reunificación con el resto de España aun ocupado por los árabes, se hicieron más intensos” (p. 181).

2) “Y esta tierra no está muerta. Veo ovejas del color de la tierra, el ave rapaz que escribe sus lentas cartas antes de caer al suelo y después elevarse con una serpiente entre las garras; únicamente los hombres han desaparecido y han abandonado sus casas. Es un enigma, como si aquí se hubiese desatado una guerra. Primero no lo crees, no puede ser que todos se hayan marchado, pero cuando te acercas, lo sabes, te mueves con cautela, piensas que quizá en una de aquellas casas podría todavía haber un muerto ….” (p. 284).

3)Este* es un parque en el que uno podría hacerse viejísimo, pero no me detendría, debería leeros los treinta y ocho volúmenes de la obra completa de un maestro islandés olvidado, habría podido componer una poesía de catro versos empleando toda la vida, pero en cambio no, me dirigiré a sentarme en la piedra de la Plaza de los Literarios para ver a la gente que atraviesa aquella gran plaza vacía y desaparece girando la esquina de la Plaza de las Platerías. En algún sitio allá arriba debe estar la estancia oscura en la que un día fui a encontrame con el sacerdote que tenía el gran registro de los peregrinos. Quien recorriese el trayecto a pie o en bicicleta podía, si lo deseaba, pedir que le hiciesen un sello para él y ser inscrito en el gran registro. “Habitualmente aquí la gente rompe a llorar”, me había indicado indicando un punto ante su escritorio. Había tenido también el permiso de leer el registro, una especie de libro mayor rellenado a mano. Había buscado brevemente encontrar un ciudadano de los Países Bajos, químico, “no creyente”, motivo: “para pensar”. Esto le había gustado, me había dicho, la gente declaraba los motivos más extraños, pero pensar le había sucedido pocas veces. Tres meses, el mínimo para venir a pie desde los Países Bajos, él mismo pensaba que no sería capaz. Quien llega a su destino, recibe una especie de diploma que da derecho a tres pernoctaciones gratis en el Hostal de los Reyes Católicos, no precisamente en las habitaciones más bellas, pero mejor que nada. Quien se aloja tiene la sensación de deber poner en escena en solitario un drama real, o por lo menos ser llamado a asumir una expresión aristocrática cuando sale del portal plateresco, gótico, renacentista, barroco, todo está reunido en aquel edificio, en general los turistas no están vestidos como es debido y buscan eliminar el sentido de culpa ofreciendo propinas excesivamente conspicuas al portero de uniforme, pero superado este obstáculo se encuentran en una de las plazas más bellas del mundo …” (pp. 302-303).

* Se refiere a la Alameda de Santiago de Compostela.

Imagen: Pixabay.


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