"Ser" judío (en 15 textos)
- “…. en hebreo no hay verbo ser conjugado en presente. La cuestión es de máxima importancia y merecerá más de una consideración” (Diana Sperling, "La difherencia", Miño y Dávila Eeditores, p. 75).
- “…. La religión blanda supone que las reivindicaciones de la religión + la ética coinciden; es abominable, inconcebible otra cosa. La religión dura permite esta disyuntiva, incluso la oposición, entre las religiones + las reivindicaciones de la ética. El Nuevo Testamento es típicamente blando; el Antiguo Testamento (véase la historia de Abraham según la interpretación de Soren Kierkegaard; el libro de Job) es duro” (Susan Sontag, “Renacida. Diarios tempranos 1947-1964”, Ed Debolsillo, p. 87).
- "En términos religiosos, este paso de lo Uno real-Imposible (Cosa) refractado / reflejado en su multitud de apariencias al dos, es el paso mismo del Judaísmo a la Cristiandad: el Dios judío es la cosa real del más allá. Mientras que la dimensión divina de Cristo no es más que una pequeña mueca, un matiz imperceptible que le diferencia de los demás seres humanos (normales). Cristo no es sublime si entendemos por ello "un objeto elevado a la dignidad de una Cosa", no es un doble de Dios-Cosa imposible; es, por el contrario, la "Cosa misma" o, para ser más exactos, "la cosa misma" no es más que la ruptura / desajuste que hace que Cristo no sea completamente humano. Así pues, Cristo es lo que Nietzsche, el último y autoproclamado anticristo, denominó "medio-día", la fina linde entre el Antes y el Después, lo Viejo y lo Nuevo, lo real y los Simbólico, entre Dios-Padre-Cosa y la comunidad del Espíritu. En cuanto tal, es ambos al mismo tiempo: el punto extremo de lo Viejo (la culminación de la lógica del sacrificio extremo, el intercambio consigo mismo en el que ya no estamos al servicio de Dios, sino que Dios está a nuestro servicio para sí mismo y por ende hace que contraigamos con él una deuda por un periodo indefinido) y su superación (el cambio de perspectiva) en lo Nuevo. No es más que un pequeño matiz, un cambio de perspectiva casi imperceptible, que distingue el sacrificio de Cristo de la afirmación atea de una vida que no precisa de sacrificios" (Slavoj Zizek, "Repetir Lenin", Ed. Akal, pp. 146-147).
(1). Judíos, religión, nación.
Publicado el 17-12-2019 en la web de JOIMAG. Traducido por Administrador, el original puede verse aquí: https://www.joimag.it/ebrei-religione-nazione/?fbclid=IwAR3AKESImxAXfR1eHgDxuWE1I-a5G_xBesPgfg_63lWxTRdia1-iotzrPL0
CLAUDIO VERCELLI.
¿QUIÉN Y QUÉ SON LOS JUDÍOS? ¿CONSTITUYEN UN GRUPO RELIGIOSO, ÉTNICO, NACIONAL? IDENTIDAD Y NORMAS EN LOS ESTADOS-NACIÓN, PARTIENDO DE LOS U.S.A. DE TRUMP.
¿Quién y qué son los judíos? ¿Son parte de un grupo religioso, étnico, nacional, u otra cosa? ¿Quizá el conjunto de estas cosas, o una mezcla variable, según los casos? ¿Cómo deben ser definidos, sobre todo desde un punto de vista normativo, cuando las leyes nacionales intervienen sobre aquellos ciudadanos que se reconocen y califican también como tales? ¡Cuál es, entonces, la relevancia y el impacto, en los modernos Estados Nacionales, de las pertenencias de grupo? ¿Se trata de un hecho meramente personal, reconducible a la esfera de las relaciones individuales, o debe incidir en la actuación pública, estableciendo líneas de conducta normativas y legables mutables según las “identidades” atribuidas o reivindicadas?
A muchos, evidentemente, preguntas de tal tipo, ya no les interesan. En el plano legislativo y legal, sin embargo, tienen su indiscutible relevancia. Mejor dicho, tienen una relevancia estratégica, sobre todo en países, como los Estados Unidos, que son el producto de la estratificación de muchas (y continuas) inmigraciones. El título VI del “Civil Rights Act” (CRA) estadounidense prohíbe rigurosamente, en los programas que reciben el apoyo federal, la discriminación de los beneficiarios sobre la base de su raza, color u origen nacional”. Pero – a diferencia de muchas otras disposiciones anti-discriminatorias – no reconoce las razones de aquellos que se definen exclusivamente sobre la base de la pertenencia religiosa. De eso se deduce que si los judíos constituyen una religión, no pueden entonces serle reconocidas las tutelas previstas por el CRA. No, al menos, cuando la definición formal de “judaísmo” es, al menos por difundida convención, reconducible a la mera esfera de la confesionalidad. Atención: no estamos razonando sobre cómo se califica uno a uno mismo (autodefinición), sino de cómo en la percepción común antes, y en la institucionalización normativa después, un grupo puede ser calificado (heterodefinición), cuando este es destinatario específico de políticas públicas. Aquí, la cuestión ya no es quien sean realmente los judíos, sino cómo deban ser reconocidos por las administraciones públicas. Ya las presidencias de George W. Bush y después de Barack Obama se habían esforzado para extender las coberturas anti-discriminatorias, comprendidas en el Título VI, también a los grupos definidos no sobre una estrecha base religiosa sino en todo caso sobre una base de “orígenes o características étnicas efectivas o percibidas por el grupo” o ciudadanía “o residencia efectiva o percibida en un país cuyos residentes comparten una religión dominante o una distinta identidad religiosa”. Para derretir el embrollo de la definición, aplicando una versión actualizada del “Civil Rights Act”, en la nueva versión, existe discriminación si tu religión (prescindiendo del hecho que tú puedas practicarla o no), en tanto minoritaria, es parte integrante del modo en que es definido y calificado, por lo tanto, sufriendo en razón de eso los efectos de procesos de exclusión social e institucional.
La discriminación antisemita se convierte en ilegal conforme al Título VI en la medida en que se dirige contra los judíos donde estos sean percibidos, comprendidos y calificados como grupo étnico o nacional con un específico background religioso. ¿Complicado de entender? Si, pero fundamental para darle efectivamente cuerpo a legislaciones anti-rascistas. ¿Todo correcto, entonces? No, para nada. La Administración Trump, siguiendo en esto la rueda de los ejecutivos que la pecedieran, dio orden de que, con una orden ejecutiva presidencial, las agencias federales hicieran propia la definición de antisemitismo emanada de la “International Holocaust Remembrance Alliance” (IHRA). El asunto se vincula también a las actividades anti-israelíes, difundidas en diversos campus americanos, que ocultan – o parecerían ocultar – detrás el legítimo derecho a la crítica a las políticas de los gobiernos de Jerusalém, impostaciones antisemitas. Nació una tormenta de críticas, dado que no pocos analistas quisieron ver en la adopción de los stándares IHRA el riesgo de que los judíos estadounidenses puedan ser considerados una nacionalidad específica, como tal separada (o separable) del resto de la población. Con los problemáticos efectos que de eso podrían derivar, cuando menos en perspectiva. Pero el problema es que en el sistema normativo americano, las tutelas anti-discriminación incluidas en el Título VI requieren, para ser activadas, referirse la alguna noción de nacionalidad. Aunque sólo sea indirecta e imprecisa, en todo caso discutible, pero, sin embargo, operante como definición con un sentido compartido.
Pero para una parte de la sociedad hebrea americana esto hace que se estremezca si quien lo decide es una Administración presidida por Donald Trump. Que fue en diversas ocasiones acusado de cultivar prejuicios, también hacia los judíos. Dada la preocupación, también hoy presente entre los judíos americanos, de que cualquier “identidad silabada”, esto es, orientada hacia caracteres demasiado peculiares y divisivos, puede constituir un terreno fértil para los racistas. Para ser aceptados como americanos, judíos y otros grupos minoritarios, deberían ser considerados simplemente americanos, “sin peros”.
El otro discurso, en cambio, es la autodefinición, asunto que remite a las dinámicas individuales y de grupo, pero no a las institucionales. El temor, en otro caso, es que la orden ejecutiva presidencial que Trump sacó, en la medida en que codifica la diferencia judía en la ley americana, pueda, por lo contrario, favorecer el odio antisemita. Prescindiendo de las intenciones reales del mismo Presidente. También aquí, en otras palabras, no se tutela el derecho a la igualdad partiendo de la particularidad de los individuos, en otro caso discriminables, definiéndolos precisamente sobre la base de sus diferencias, de nación, de religión, de “etnia”. Tanto más desde el momento en que no hay algún acuerdo sobre la efectiva consistencia de tales definiciones. Un verdadero pastel, si lo pensamos: tienes los mismos derechos, existes como legítimo destinatario de políticas públicas de igualdad, pero para que eso pueda funcionar, debo de algún modo definirte por “una diferencia” tuya, por más o menos real que sea. Y tal diferencia, en este punto, vincula religión a nación. Un terreno hecho de arenas movedizas. Después, existe otra preocupación, que une la parte del mundo judaico americano, aunque realmente no a todo: la posibilidad de que la Administración Trump pueda lanzar en el futuro la acusación de antisemitismo para finalidades que poco o nada tienen que ver con la efectiva lucha contra el racismo, el prejuicio y las discriminaciones, usando esto, en todo caso, para finalidades, de su propio interés, manipulando los contenidos. Y aquí se entra en el universo Donald Trump. De él se ha dicho que “tropieza” con demasiada frecuencia con sus mismas palabras.
O lo que es lo mismo, que no sea capaz de asumir la responsabilidad de aquello que va diciendo (en general atribuyendo, como acostumbra a suceder en estos casos, a los otros el “malentendido”, el peso de aquello que se dijo); o, en el caso en que lo haga, no sepa calcular cuáles son los efectos de largo alcance de una conducta de este tipo. La presidencia de Donald Trump se caracterizó inmediatamente por una actitud pirotécnica: ruptura de los tradicionales esquemas de comunicación; recurso al lenguaje directo, de sentido común, que parece apuntar directamente a un objetivo (como si fuera un misil que debe golpear un target); indisponibilidad a las mediaciones y así sucesivamente. En realidad, el estilo comunicativo del inquilino de la Casa Blanca está en estrecha relación con la concepción de la acción política que su Administración hizo propia desde 2016. En su conjunto, esa implica el recurso al bilateralismo, saltando con los dos pies, allá donde sea posible, todo rol residual de los organismos intermediarios; reducción de los programas políticos a una serie de slogans de fácil comprensión entre lo gran público, como tales repetibles y de inmediata asimilación; división entre ellos y sus apoyadores – entendidos como auténticos patriotas – y el resto de la sociedad americana, sobre todo la que no lo vota, descrita por el contrario como un conjunto de individuos sin carácter, y por lo tanto moralmente inferiores y potencialmente peligrosos para la renovada “grandeza” del país. Los “liberals”, desenraizados del corazón profundo de América, constituirían la osatura de una decadencia colectiva contra la cual, en cambio, Donald Trump, con su visión del “Maga”, el “Make America Great Again”, se compromete a combatir activamente.
La revisión de las relaciones con las otras naciones, partiendo de los Big Players como China, y un ventilado aislacionismo en relación con toda una serie de dossiers internacionales, son entonces funcionales a la idea de que son los mismos Estados Unidos los que deben enmendarse desde dentro, limpiándose de aquello que – en otro caso – decreta su decadencia presente y la que está por venir. En esta orden de consideraciones, que le es presentado a una parte del electorado como un nuevo comienzo, aquello que debería garantizarles – después de años perdidos detrás de las locuras de los “democrats”, expresión de las detestadas élites técnico-financieras – un nuevo status, un orgullo de pertenencia y sobre todo una seguridad para su futuro, se enlaza la narración de la vieja y nueva Alt-Right. La denominada “derecha alternativa”, de la cual Trump no es un directo exponente político, pero aquella que le reportó, hasta este momento, los más grandes beneficios políticos de larga duración, poco tiene que ver con los “neoconservadores”, bien presentes en la Administración Bush. De ellos, en todo caso, recogió algunos aspectos del “Tea “Party”, otra área de opinión fuertemente connotada a favor del liberalismo, del populismo de derechas y del conservadurismo tradicionalista.
No carente, esta última de remisiones al “libertarismo”, esto es, a la convición de que el único hombre plenamente libre es que no está encapsulado dentro del sistema de reglas y de vínculos federales, dictados por Washington. “Alt-Right”, que llega inmediatamente después del “Tea Party”, no constituye, por su parte, un movimiento estructurado, sino un flujo de opiniones, que busca sus anclajes más consistentes en la web, en las redes sociales, en Twiter. Las referencias ideológicas del “Alt-Right” son el rechazo del liberalismo, allá donde este implique el pluralismo y la inclusividad social; la exaltación del nativismo blanco (el corazón pulsante de América serían, sobre todo, los varones blancos, de extracción cristiana); la aversión por las minorías, partiendo de aquellas connotadas por la reivindicación de su propia condición e identidad sexual, entendiendo en todo caso que es el varón blanco heterosexual quién es la auténtica víctima del tercer milenio, contra las “perversiones” homosexuales y la amenaza del “gender” (el género entendido no como una pertenencia de orden biológico sino como construcción y elección cultural y social, de la que derivan conductas y comportamientos que, según sus críticos, amenazarían la misma “naturaleza humana”, basada en cambio en la rígida división bipolar entre masculino y femenino); la atención, casi obsesiva, por la dimensión étnica de las relaciones sociales, en la cual la angustia por la “contaminación”, el fantasma de la hibridación, se convierten en los elementos comunes de un espíritu que se querría de “revancha” de la propia identidad nacional, pero que de pronto revela sus caracteres de venganza social.
De pleno derecho, un movimiento de opinión de este tipo, se encuadra dentro de las dinámicas desatadas por procesos de reacción y respuesta a la larga ola de la globalización, esto es, a la separación y el desplazamiento que producen. Dentro de aquello que, si lo vemos bien, es una ccoctelera de estilos y temas, entra en juego también una mezcla irresuelta entre viejas sugerencias antisemitas y un ardiente filosemitismo, dos actitudes mentales que, en algunos casos parecen convivir incluso en las mismas personas. En otras palabras, a la desconfianza de antigua matriz en relación con los judíos, nunca apartada por muchos (dado que para algunos el antisemitismo es una verdadera y auténtica estructura interpretativa del mundo, de las relaciones de poder, de las relaciones de conflicto, de la misma identidad propia y de los otros), se acompaña una admiración en relación con el Estado de Israel, como ejemplo histórico de determinación en relación con el objetivo de fondo (la propia supervivencia), pero también como resultado de una promesa milenarista. En este segundo caso, el peso que en las administraciones americanas, al menos desde Jimmy Carter, asumieron los componentes del universo evangélico, realmente muy variadas en su interior como frecuentemente enfrentadas entre ellos, es un factor de elevada incidencia n el juicio actual sobre Israel. Allá donde la mezcla entre política secular y concepciones trascendente de la actuación política se hace elemento dominante, encontrándose con los conflictos abiertos en la arena mediooriental.
El control judaico de las tierras de Judea y Samaria, sobrepasa los habituales límites de las disputas territoriales, para convertirse, en cambio, en la concreta marca teológica – por decir mejor, de un retorno de la teología política – que marcaría indeleblemente la cristianización del mundo. En esta óptica, tomada especialmente de una parte del mundo protestante de origen estadounidense, el Estado de Israel debería entenderse a todos los efectos única y exclusivamente como Eretz Israel, una tierra que incorpora dentro de ella los caracteres de la presencia del divino. Sus regulaciones terrenales, administrativas, políticas, su organización social, constituirían entonces únicamente elementos de tránsito, factores de paso y no la sustancia de su razón histórica. A los judíos es atribuida, de hecho, una misión, la de acelerar la llegada del “Reino de Dios”. Por lo demás, no es un secreto que los cristianos evangélicos (aunque quizá sería mejor usar los términos “evangelicalismo” y “evangelicales”, esto es, aquellos que se consideran “born again”, renacidos a una nueva y firme fe después de una vida en general de libertinaje o en todo caso de “oscuridad”, por la ausencia de la “palabra del Señor”) financian una parte de los gastos de la inmigración judía a Israel, y particularmente en los “territorios bíblicos” (aproximadamente un tercio de los migrantes en el año 2017, según la portada “Ynetnews”, habría disfrutado de tal participación económica: consideraciones y resultados similares pueden extenderse a los años precedentes y a los siguientes).
Las dos mayores organizaciones que actualmente actúan en tal dirección son la ICEJ, “International Christian Embassy of Jerusalem”, y la IFCJ, “International Fellowship of Christians and Jews”, en relaciones con la Agencia judía, la institución que tiene el encargo de promover y gestionar por cuenta de las autoridades israelíes y judías la inmigración de los correligionarios. Son significativos los flujos turísticos evangelicales de los anglosajones hacia “Tierra Santa”, The Holy Land, aquí doblemente entendida como sitio de la revelación mesiánica (por tanto, cristiana) y como lugar de la tradición veterotestamentaria (por tanto, judía). En realidad, se trata de un proceso de manipulación que tiene rasgos muy particulares, poco o nada vinculados a las “peregrinaciones” católicas y del resto de la cristiandad y, en cambio, íntegramente deudores de una concepción misionera que el evangelicalismo se atribuye como su finalidad incuestionable e imprescindible. También por esta razón, que está en curso de colisión con las actitudes y las posiciones adoptadas de otra parte por las denominaciones cristianas históricamente presentes en la región, partiendo de los católicos y los ortodoxos, los evangelicales encontraron algunos puntos de contacto con la derecha israelí, a partir del gobierno de Menachem Begin del 1977-1983, para llegar al actual ejecutivo saliente, presidido por Benjamin Netanyahu. Al nacionalismo de estos últimos, esencialmente intrínseco a lógicas propias del judaísmo israelí, y por lo tanto para nada deudores de procesos de “cristianización”, se sobrepuso el misionarismo practicado por los componentes evangélicos. Los cuales, aun no operando directamente en Israel como en Judea y Samaria, sin embargo, intervienen dentro de la dialéctica del judaísmo norteamericano, usando además el tema del conflicto israelí-palestino, declinado en clave mesiánico-apocalíptica, para alimentar el conflicto y el enfrentamiento entre demócratas y republicanos, con el objetivo declarado de influenciar los equilibrios internos en el “Grand Old Party”.
De hecho, la presencia, aunque detrás del escenario, de algunas organizaciones de matriz protestante, producto del Revival (los “despertares“) que atravesaron las sociedades religiosas anglosajonas, marca una gran discontinuidad en relación con el itinerario cultural, político e ideológico del sionismo judío. Sobre todo en el aspecto de la laicidad de las instituciones públicas, enfatizando en todo caso la vestidura de orden teológico; Israel no sería un Estado como los otros, sino que constituiría el instrumento divino para darle curso a los designios en la tierra del Ente supremo. Primero entre todos, la salvación mediante la conversión colectiva al Verbo. El llamado “sionismo cristiano”, que se conecta en buena parte con el convencimiento de que la fundación del Estado de los judíos responde esencialmente a las profecías bíblicas y no al resultado de un conflicto histórico, toma parte de su inspiración de una lectura neotestamentaria que identifica en el restablecimiento de la soberanía nacional judía una de las señales mesiánicos de la llegada de Dios a la tierra. No se trata propiamente de filosemitismo, fenómeno por lo demás específico, dirigido al judaísmo y a los judíos, prescindiendo de cualquier misión o función histórica atribuida a ellos. Estamos en otro plano, que no es judaico, sino cristiano.
Una raíz ideológica y cultural muy fuerte es de hecho ofrecida por el recurso al “dispensacionalismo”*. Se trata de una posición teológica de origen anglosajón por la cual la historia humana debe ser dividida en específicas etapas (las “dispensaciones”), que corresponden también a distintas edades en el ejercicio de administración y de difusión del anuncio evangélico, o la dispensa de la gracia divina por parte de quien desarrolla una función de apostolado. Estas últimas están connotadas por caracteres – normas, leyes, instituciones, costumbres, ordenamientos, que son humanos, pero de inspiración ultraterrena – completamente peculiares y diferentes. La salvación divina derivaría tanto de los diversos modos que caracterizan cada época como de la adhesión que cada hombre de fe debería ofrecerles para ser congruente, de modo integral, al diseño teológico. La dispensación, en esta óptica, es un ejercicio de virtud subalterna y, al mismo tiempo, un “pacto” consciente en relación con la entidad divina. El sionismo cristiano, recuperando diversos aspectos de esta construcción, que es presentado como un indispensable marco de referencia, enfatiza entonces el vínculo entre las denominaciones evangelicales e Israel, entendido especialmente como construcción étnico-mesiánica. En los planes de Dios, mientras el pueblo de Israel debe gobernar la tierra de la revelación, la Iglesia tiene una función diferente. De hecho, la nueva revelación y la llegada del Reino de Dios, superarán la separación entre judíos y “verdaderos” cristianos, resolviendo los primeros – finalmente iluminados por la presencia mesiánica – en la adhesión al sistema teológico de los segundos. La realización del dictado profético tendrá, entonces, este resultado final. La presencia de tales sugerencias, que se organizan en verdaderas y auténticas corrientes ideológicas, influyó en algunas componentes politizadas en los asentamientos judíos en Cisjordania, que de tal modo vieron exaltada su propia función en clave histórico-mesiánica.
No menos que esto, de tal estado de cosas derivó un posterior empuje de autolegitimación en los procesos de expansión de la propia presencia territorial. Un fenómeno que sólo parcialmente fue apoyado por los gobiernos de Jerusalém, siendo interpretado, en más de una ocasión, como un potencial riesgo para algunos aspectos de la estabilidad misma de las instituciones nacionales. La sombra de una especie de paralelo “Reino de Judea”, que es capaz de volverse independiente (e indiferente) en relación con ciertos aspectos de la política del gobierno israelí, imponiéndole en todo caso su voluntad sobre concretas cuestiones abiertas respeto al destino de los Territorios, ha hecho desde hace tiempo un inquietante lugar en los conciliábulos políticos. Al menos desde 1995, con el asesinato del premier Yitzhak Rabin. El mismo Likud tuvo que hacerle frente a estas dinámicas de fondo.
No es menos cierto que, como ya se recordaba, a impronta evangélica participa, al menos indirectamente, de las tensiones que atraviesan el campo de contraposición entre laicos y religiosos en la sociedad israelí. No por el apoyo a los segundos, habitualmente alejados, cuando no sospechosos de la presencia cristiana en cuanto tal, prescindiendo de sus diversas declinaciones y denominaciones, sino como elemento potencialmente divisor entre los mismos laicos en relación a cuestiones de máxima importancia ligadas a las fronteras nacionales, a la composición demográfica, a la relación con las poblaciones árabes y así sucesivamente. La posición de Donald Trump respecto a los judíos y a Israel, dos cosas que deben ser en todo caso mantenidas separadas, aunque en ciertas ocasiones pueden encontrarse hasta superponerse, debe remitirse al marco que, aunque sumariamente, fue mencionado. En realidad el tycoon de New York es más bien autónomo, cuando no independiente, de vínculos de parentela ideológica estrecha con cualquier específica corriente del conservadurismo estadounidense. El repentino despido de la Administración Trump de Steve Bannon, el sumo sacerdote de la “Alt-Right”, donde desarrollaba el papel de White House Chief Strategist y Senior Counselor to the President, dice bastante a ese respecto. Esto, porque Trump siempre se movió como un bateador libre, para no encontrarse con las manos atadas y para poder jugar con anticipación, y no a la expectativa, sobre temas de la política interna e internacional.
En perspectiva, la disputa con su posible contrincante para las presidenciales del 2020, Michael Bloomberg, de origen judío, deberá tener presente también este último aspecto. Es improbable que el contendiente pretenda enfatizar desmesuradamente este último aspecto identitario (sabiendo que si esto puede acercarlo a parte del electorado, lo aleja de la restante), pero no es menos cierto que históricamente el voto judío se orientó prevalentemente hacia el Partido demócrata. En respuesta a esto, y del nerviosismo que frecuentemente Trump manifestó al respecto, queda el coming out del verano de este año, cuando el Presidente, refiriéndose al electorado judío, afirmó en primer lugar que “I think any Jewish people that vote fuere la Democrat, I think it shows either a total lack of knowledge or great disloyalty”, expresión después corregida con: “If you want to vote Democrat, you are being very disloyal to Jewish people and very disloyal to Israel” (“si quieres votar demócrata, eres muy desleal en relación con los judíos y con Israel”). La polémica nacía de la presencia, en la Cámara de Representantes, de algunas elegidas en el partido contrincante – las diputadas Rashida Tlaib e Ilhan Omar – en posiciones fuertemente anti-israelíes, pero exponía al presidente al fuego de acusaciones, procedentes de sus contrincantes, que denunciaban su proclividad a hacer suyos estereotipos y clichés de naturaleza antisemita. En este caso, los críticos lo acusaron de haberle dado sustancia a la vieja acusación dirigida a los judíos de alimentar una doble fidelidad, usada sólo en parte a favor de su país de ciudadanía.
Significativo, en relación sobre todo con el orden de reflexiones anticipadas como excepción a estas última notas, que entre las voces en defensa del presidente se manifestara inmediatamente la del líder de opinión conservador Wayne Allyn Root,según quien Trump sería “el más grande presidente para los judíos y para Israel en la historia del mundo”. Para Root, que se define “un judío convertido al cristianismo evangélico” y es conocido también como un componente del conspiracionismo, acostumbrado a dar por buenas tesis al menos escasamente verificables, el pueblo judío y los ciudadanos israelíes amarían a Trump, “viendo en él un rey de Israel, un nuevo Mesías”. Los duros ataques personales de Trump contra Tlaib y Omar, dos exponentes para nada del agrado para buena parte del electorado judío americano, provocaron en todo caso una no menos seca respuesta del Consejo rabínico ortodoxo de los Estados Unidos de América, para quien “ya se trate de consideraciones que ponen en discusión a lealtad de los judíos americanos cuando está en juego la seguridad de Israel o que se apunte hacia los desciendentes de inmigrados invitándolos a volver a Países que nunca conocieron, todo esto es en ambos casos una amenaza a los valores fundamentales de los Estados Unidos”. Debe recordarse que Trump había acusado a las dos demócratas no solo de anti-patriotismo, sino de ser sustancialmente extrañas, por razones de origen etno-nacional, a los Estados Unidos.
En apoyo de las posiciones críticas hacia el Presidente, intervino después la Anti-Defamation “League”, cuyo Presidente Jonathan Greenblatt había comentado: “No está claro hacia quien, según Trump, los judíos serían desleales, pero acusaciones de deslealtad son usadas desde hace tiempo contra ellos. Sería la hora de dejar de instrumentalizar a los judíos con fines políticos”. El conjunto de las acusaciones, contra-acusaciones, declaraciones y desmentidos, fue llevado a cabo tanto como para ser suficiente para ofrecerle a un viejo zorro de la política demócrata, Bernie Sanders, la ocasión para afirmar irónicamente: “Estoy orgulloso de ser judío y no tengo dudas sobre el voto demócrata. Y efectivamente, pretendo votar para que un judío se convierta en el próximo Presidente de los Estados Unidos”. Obviamente, se refería a él mismo.
En realidad, después de las polémicas de parte, resulta difícil creer que Trump estuviera formulando un juicio unívoco sobre los judíos, aunque sus palabras partían de una premisa completamente falsa sobre los judíos, esto es, que los judíos mismos constituyan una realidad homogénea, si no compacta. Por lo tanto, una “nación hermosa y buena”. La peligrosa prejuizosidad, en política, de un pensamiento de este tipo (recordemos: una cosa es la autodefinición, bien diferente es la heterodefinición, que puede ser después usada para darle cuerpo a actuaciones discriminadoras en base a presuntas “pertenencias” colectivas y la identidades “preconstituidas”) es clara para buena parte de la leadership del judaísmo americano. Que mira con creciente extrañeza aquellos aspectos de lo llamado “políticamente correcto” donde estos, en vez de establecer vínculos de reciprocidad en el pluralismo de los modos de ser y de vivirse (al mismo tiempo buscando compensar diferenciales de acceso a la esfera pública), tienden en cambio a encapsular a los individuos dentro de jaulas identitarias. Ya precedentemente, en ese sentido, hablándole a un grupo de judíos republicanos, Donald Trump había definido a Benjamin Netanyahu, con quien tuvo siempre actitudes de amistad, si no con caracteres fraternales, como “vuestro líder”. Palabras que sonaban como una dulce elegía a los oídos del premier israelí, pero que hacía silbar las de los espectadores, que, a decir verdad, siendo americanos, reconocían como líderes a sus representantes en la Cámara, en el Senado, en el mismo ejecutivo federal, y no en Jerusalém.
Si el objetivo del presidente eran los demócratas, en esencia, ni en el primer caso (la diatriba contra Tlaib y Omar) nin en el otro (a apoloxía de Bibi) lo había conseguido, arriesgando en todo caso con reforzar la extrañeza sobre la verdadera naturaleza de su rugosidad, en una precipitación de juicio que para algunos fue leída como envoltorio de muchos prejuicios. Debe decirse, en todo caso, que en el léxico político de Trump, la pareja de palabras “lealtad-traición” constituye una especie de universo y de valor en sí mismo, que es evocado en toda ocasión. El haber asumido posiciones de compromiso en el conflicto israelo-palestino, con el traslado de la embajada americana a Jerusalém y el reconocimiento de la soberanía americana sobre los Altos del Golán, la inconsistencia del plan de negociación del ambicioso yerno Jared Kushner, Asesor Principal del Presidente, por otro lado remarcó – según una parte de los analistas – más el creciente desinterés de la Administración Trump hacia el Medio Oriente, que no una exclusiva electividad en relación con el Estado judaico. De hecho, fue repetidamente subrayado que si Washington hubiera querido mantener un papel de mediación, difícilmente le habría concedido a Jerusalém un créditlo sin contrapartidas tangibles, arriesgando así perder la residual credibilidad negociadora con la contraparte palestina. Pero aquí, el verdadero corazón de la cuestión, su núcleo, es la consonancia entre una generación de líderes nacional-populistas, que, en muchos países desarrollados, sustituyó al resto de la política.
(2). Reconstruccionismo. Texto sobre Mordechai M. Kaplan.
Publicado en la web “reset.it” el 8-4-2013. Traducido por Administrador, puede verse aquí el original italiano:
https://www.reset.it/blog/mordecai-m-kaplan
MASSIMO ROSATI (docente de Sociología en la Universidad romana "Tor Vegata").
Nacido en Lituania en el 1.881 y fallecido en New York en el 1.983, Mordecai Kaplan fue el fundador del judaísmo reconstrucionista, una corriente que va a enriquecer el variado panorama del judaísmo sobre todo estadounidense (aunque sinagogas reconstrucionistas existan también en Israel). Ordenado rabino en el “Jewish Theological Seminary” de New York, Kaplan fundó en el 1.922 la “Society fuere the Advancement of Judaism” (SAJ), sinagoga de New York que después se convertiría en el corazón del Recosntrucionismo. Su obra más importante es Judaism as a Civilization: Towards a Reconstruction of American Jewish Life, de 1.934. ¿Qué hay de importante en el pensamiento de Mordecai Kaplan desde la perspectiva de un sociólogo? Diversas cosas, partiendo del papel crucial que las ciencias sociales, y particularmente a socioloxía durkheimiana, jugaron en su formación y en la de la posición reconstrucionista.
Comprometido en repensar el papel del judaísmo y el modo de ser judíos en la modernidad americana, Kaplan recurriu a las ciencias sociales y en particular a la socioloxía durkheimiana en primer lugar en su definición de religión, pensada como un fenómeno de grupo antes que individual, un conjunto de ritos, creencias, narraciones y símbolos con los que un grupo se expresa a él incluso y responde a preguntas sobre el sentido. Al mismo tiempo, la religión es concebida como un aspecto de una cultura, un particular modo de un cierto grupo de encontrar su lugar en el mundo, a lo que Kaplan se refería también con el concepto civilización. Una civilización, luego, implica a una totalidad de elementos de la vida de un grupo: arte, filosofía, lenguaje, ética, ritos, normas alimentarias, modos de vestirse, memorias, lugares. Sobre este fondo, Kaplan pensaba el judaísmo como una civilización de la que la religión representa el aspecto principal, pero no único, una civilización en continua evolución, formada por una totalidad de elementos, de los que los individuos concretos pueden apropiarse libremente. Esto explica, según la perspectiva reconstrucionista, como se puede “pertenecer sin creer” (el belonging without believing que para algunos sociólogos de las religiones es tan importante como el más conocido believing without belonging), esto es, ser judío sin creer en Dios, que, significativamente – y en plena coherencia con Durkheim – no entraba en la definición de religión ofrecida por Kaplan. Coherentemente con Maimónides, Kaplan entendía que los atributos antropomórficos de Dios deberían ser entendidos más bien como metáforas, y que Dios debía ser pensado como una fuerza emancipadora que actúa “por medio” y no “sobre” los individuos. Las mitzvot, preceptos rituales, deben, en un sentido diferente, ser concebidas y vividas como una fundamental modalidad de conexión a la civilización judaica, que un indiviuduo puede escoger seguir en todo o en parte, una forma de expresión de pertenencia (además que de espiritualización de la existencia), y no necesariamente una creencia. El judaísmo de Kaplan, y hoy el reconstrucionismo inspirado en él, es una forma de judaísmo post-halakhico, en el que el sentido de pertenencia debe encontrar un equilibrio también fuertemente individualizado con el derecho de elección y con la autonomía individual. La tradición y el pasado, en la fórmula de Kaplan, “have a vote, not a veto”.
Hay esto de típicamente durkheimiano en Kaplan: el sentido de vivir en dos mundos, en dos civilizaciones, como los personajes de los libros de Chaim Potok; la conciencia de que aquello que la modernidad le dio a los individuos concretos en tener de derechos, se lo sacó en términos de pertenencia y solidaridad. Las comunidades reconstrucionistas tienen hoy posiciones hiper-progresistas sobre cuestión como el respeto de la Kasherut, matrimonios mixtos, homosexualidad, igualdad de género y papel de las mujeres en la comunidad religiosa, específicas prácticas rituales. Pero se trata justamente de comunidades, grupos en los que al pluralismo de las formas de creer se acompaña el sentido vivido de una pertenencia común.
(3). Carta de Mordechai M. Kaplan a Ben Gurion en 1.958 sobre la identidad judía.
Publicado en la web “reset.it” el 8-4-2013. Traducido por Administrador, pode verse aquí o orixinal italiano
https://www.reset.it/blog/mordecai-m-kaplan
MASSIMO ROSATI (docente de Sociología en la Universidad romana "Tor Vegata").
En el 1958, el entonces Primer Ministro del Estado de Israel, David Ben Gurion, se encontró gestionando el hecho de que la noción misma de identidad judía se había convertido en Israel en objeto de una legislación que habría de tener implicaciones prácticas cruciales. A cincuenta “Sabios de israel”, Ben Gurion les formuló la pregunta que se convertiría en título del trabajo del profesor Eliezer Ben Rafael, que en un e-book titulado “¿Qué significa ser judío?” – que puede descargarse en los sitios www.proedieditore.it y www.hansjonas.it – sacó a la luz por primera vez en Italia aquella discusión sistemática sobre la identidad judía. Cada domingo, en nuestro periódico y en el portal www.moked.it, encontraréis sus respuestas. Hoy es el turno de Mordecai Menahem Kaplan (1.881-1.983). Nacido en Lituania, a los nueve años emigra a los Estados Unidos con sus padres. Recibe una educación ortodoxa, pero síntesis atraído por los enfoques no ortodoxos. En 1.902 es ordenado rabino por el “Jewish Theological Seminary (JTS). En el 1.909 es el primero en presidir la nueva escuela para enseñantes, el “Teachers Institute”, del JTS. Más adelante, funda una congregación de la que es rabino de 1.917 a 1.922. Crea también a “World Union fuere Progressive Judaism” y, en 1.935, el periódico “The Reconstructionist”, experiencia base de la corriente reconstrucionista en el judaísmo americano, que ve en el judaísmo una civilización religiosa más que una religión. Sionista, Kaplan aprueba al mismo tiempo la permanencia del judaísmo en la diáspora. Entres sus trabajos figuran: “Greater Judaism in the Making: a Study of the modern Evolution of Judaism” (1.960) y “The Meaning and Purpose of Jewish Existence : a People in the Image of God” (1.964).
CARTA DE KAPLAN AL PRIMERO MINISTRO DE ISRAEL EN 1958.
“New York, 20 kislev 5719 (2 Diciembre 1958).
Señor Primer ministro, ayer, a mi regreso de la costa Oeste de los Estados Unidos, encontré su carta, en la que me pide que exprese mi parecer sobre la inscripción de los hijos de los matrimonios mixtos cuyos padres, el padre judío y la madre no judía, quieren que sea registrado como judío. Para comprender el fondo del problema, debe ser afrontado en el cuadro del que procede. Vd hace referencia a él en el primer párrafo de la carta, diciendo que deben dictarse directivas “correspondientes a la tradición aceptada por todos los ámbitos del judaísmo, religiosos y laicos, de todas las corrientes y a las condiciones particulares de Israel en cuanto Estado judío soberano en el que debe ser garantizada la libertad de conciencia y de religión, y en cuanto centro de reunión de los exiliados”.
La frase forma un sistema de coordenadas (contestual frame of reference) que debe permitir comprender el problema. Pero, leyendo más atentamente, encuentro en él uno cierto número de contradicciones. He ahí algunas:
1. La hipótesis según la cual existe una “tradición aceptada por todos los ámbitos del judaísmo, religiosos o laicos, de todas las corrientes” carece de fundamento, tanto en el plano intelectual como de las formas de vivir.
2. La hipótesis según la cual en Israel “la libertad de conciencia y de religión” está garantizada, es negada por el hecho de que el gobierno le concedió al rabinato el derecho de obligar la todos los judíos del país a seguir sus reglas para las cuestiones de matrimonio y de herencia, etc. Y que el Estado mismo está obligado a tener en cuenta las decisiones rabínicas para saber quien puede ser reconocido como judío.
3. La hipótesis fundamental según a cuál el Estado de Israel es un Estado judío es también ella dudosa.
Como explicaré, existe realmente una alternativa que no le quita nada del carácter judío ni al valor judío del esfuerzo en favor de la fundación de Israel.
Estos vicios no se encuentran casualmente en el sistema de coordenadas del problema porque son consecuencia de una contorsión en la vida de la humanidad en general, resultado de la formación de los Estados modernos, que liberaron a los judíos de la esclavitud y los asimilan, y de la revolución intelectual en la actitud hacia todas las tradiciones religiosas. Mientras tanto, tuvimos que afrontar otras desgracias y otras persecuciones que nos impidieron adaptarnos normalmente al nuevo contexto material y espiritual. Por eso, no debemos asombrarnos si no le hemos prestado atenciones suficientes a las cuestiones fundamentales relativas a nuestra existencia, a nuestro porvenir y en particular a nuestra esencia en cuanto unidad social y al “estatuto” de esta unidad. No casualmente el poeta E. L. Gordon lamentó que no somos un pueblo, sino una orda. La verdad es que somos sólo una comunidad y una población mezclada. SI el movimiento sionista no hubiera existido, habríamos olvidado pertenecer a un solo pueblo y que nuestros abuelos fueron una vez “el único pueblo sobre la tierra” y nosotros no habríamos aspirado a convertirnos nuevamente en un organismo social cuya realidad no puede ser puesta en entredicho. Partiendo de ahí, podemos buscar formular un sistema de coordenadas para comprender el problema y encontrar una solución idónea.
1. Es la Agencia judía quien permitió la fundación del Estado de Israel como Estado moderno. Su modernidad se expresa, en primer lugar, en el hecho mismo de su formación y después en la naturaleza de su existencia. Por lo que respeta a su formación, no tuvo presente a aspiración tradicional de esperar la llegada del Mesías hijo de David y “apuró el final” a pesar de las advertencias de la tradición. Por lo que respeta a la naturaleza de su existencia, el Estado (actual) es completamente diferente de aquellos que lo precedieron, en la época del primero y del segundo Templo, ya sea en el plano de la religión o en el de la “nación”. Es imposible que la estructura y el estatuto 120 de la población judía de los siglos anteriores a la Revolución francesa puedan ser aplicados por el actual judaísmo mundial. De hecho, aun no encontramos la estructura y el estatuto que ponga de acuerdo a nuestra generación, ni en la tierra de Israel ni en la Diáspora.
2. La Agencia judía le dio al gobierno del Estado de Israel el mandato de crear en la Tierra de Israel condiciones favorables para que los judíos se junten para formar una mayoría fuerte y duradera y de servir de centro para el judaísmo mundial que perpetúe la existencia del pueblo judío y le infunda un nuevo espíritu compatible con su tradición. Todo esto llevó al gobierno a adoptar la Ley del Retorno, que le da a los judíos de la diáspora el especial derecho de inmigrar a la Tierra de Israel: a su llegada, expresan el deseo de eso, convirtiéndose en ciudadanos israelíes. El gobierno debe, por eso, decidir “quién es judío” antes de la inmigración, en virtud del mandato que recibió de la Agencia judía y no en virtud de la tradición religiosa, porque el papel del gobierno es fundar un Estado moderno y no un Estado judío, un Estado israelí y no un Estado judío. Por lo tanto, llego a la conclusión de que si el gobierno israelí es del parecer de que reconocer como judíos a los hijos de madres no judías, en caso de que los padres quieran que sean inscritos cómo judíos, puede valer para reforzar la mayoría judía en la tierra de Israel, está autorizado a hacerlo.
Pero, si no estoy equivocado, aunque tal conclusión sea, en mi parecer, lógica y basada en los hechos, intentar ponerla en práctica arriesga ser en el momento actual nocivo más que útil. No existe día, o casi, que no depare nuevas sorpresas y nuevos riesgos. Por eso debemos evitar, en la medida de lo posible, pedirle al mundo judaico, en fase de consolidación, aceptar nuevos mandatos de quien ponen en entredicho la utilidad y que acoge con desconfianza. Propondría, entonces, una especie de compromiso que consistiría en la distinción entre judío y residente judío. Los hijos de madre no judía podrían ser inscritos como residentes judíos y, si lo quieren formalmente, una vez en la edad adulta, observar los ritos de la religión y ser inscritos como judíos, nada más. De este modo, el gobierno cumpliría su compromiso sin comprometer los usos y los problemas de la religión tradicional. Mis respetos”.
(4). “Judaísmo y civilización”.
Fragmento tomado de una entrevista en la web ORIENTE MEDIO NEWS al rabino chileno MARCELO KORMIS. La entrevista entera puede verse aquí:
https://orientemedio.news/dialogo-entre-la-civilizacion-judia-y-la-occidental/
Es una pregunta muy interesante. En primer lugar, una de las definiciones que más me gusta del judaísmo es el judaísmo como una civilización. Esta idea esta basada en la filosofía de Mordejai Menajem Kaplan, uno de los filósofos judíos más importantes del siglo pasado.
En mi opinión, las definiciones tradicionales de judaísmo no alcanzan para abarcar todo lo que es nuestra religión.
La definición de judaísmo como religión queda corta ya que hay muchos judíos que se sienten parte del judaísmo pero no son necesariamente religiosos u observantes. El judaísmo tampoco es una raza ya que hay judíos de distintas características físicas. Tampoco es una nación ya que hoy muchos judíos viven fuera del Estado de Israel. Tampoco es un pueblo ya que es más que un conjunto de personas de un lugar, región o país. Por lo tanto, la definición de civilización me parece la más acertada. Una civilización engloba diversos elementos como lo son una lengua, una religión, una historia común, una tierra, comidas, arte y mucho más. En este sentido, una civilización entrega diversas puertas de entrada para que una persona pueda explorar y vivir su judaísmo. Como rabino y judío observante me gustaría que la puerta de entrada principal sea la religión y la práctica judía pero entiendo que hay judíos que no necesariamente se conectan con su civilización a través de la práctica religiosa.
Ahora, volviendo a tu pregunta, simplificando la definición, la civilización occidental sería el conjunto de países, culturas e idiomas propios del hemisferio oeste del planeta. En esta civilización existen características distintivas como el énfasis en el pensamiento racional heredado de la antigua Grecia, una herencia administrativa heredada del imperio Romano, un acervo cultural común, el desarrollo del estado moderno, así como del capitalismo en la mayoría de los países. También están presentes los valores de la democracia, la educación, la investigación científica entre otros.
Es en este contexto donde mi curso entra a analizar el diálogo de la civilización judía con la civilización occidental. Es en el encuentro con la civilización occidental donde el judaísmo ha mostrado una notable adaptabilidad y continuidad. El judaísmo ha enarbolado la bandera de la justicia social, la igualdad de los seres humanos, la democracia y el valor central de la educación. A través del curso veremos cuáles han sido estas contribuciones y cómo han florecido en el encuentro entre la civilización judía y la civilización occidental.
(5). "Nosotros, los judíos y las palabras".
Publicado en la web “http://lounge.obviousmag.org”. Traducido por Administrador, el original puede verse aquí:
http://lounge.obviousmag.org/a_razao_singular_do_segredo/2015/10/nos-os-judeus-e-as-palavras.html
RAUL C. DE ALBURQUERQUE.
Una gran percepción de Amós Oz y de Fania Oz-Salzberger es la de que el Dios de Israel es notablemente verbal. El Eterno ama usar palabras. Y su pueblo parece haber aprendido a amarlas con la misma fuerza.
Estaba paseando tranquilamente con una amiga por el escaparate central de una librería en Recife, cuando vi un libro, "Os judeus e as palavras", de Amós Oz con su hija, la historiadora Fania Oz-Salzberger. El asombro fue inevitable. Yo ya había ledído algunas reseñas en sitios internacionales en el momento del lanzamiento del libro en inglés, en 2.012, si no me equivoco. Me acuerdo de, en aquella época, haber quedado obsesionado con el tema – que, en verdad, siempre me ha interesado -. Con un retraso de 3 años respecto a aquellas reseñas, a continuación va la mía.
Yo conozco la literatura de Amós Oz desde hace un buen tiempo. Comencé por casualidad leyendo “La caja negra”, desde donde me apresuré para “Judas” y “Escena de la vida en la aldea”. Todos ellos libros muy bien delimitados culturalmente: son judíos en un mundo no-judío. El choque de valores seculares contra el resistente mundo judío está siempre en la literatura de Oz. Lo que se explica cuando se dice que Amós Oz es un judío agnóstico profundamente sionista.
Ese sionismo guía todo el libro, pero no llega a incomodar a quien discrepa sustancialmente de Oz. El foco del libro es otro. Y los escritores no esconden eso. Ya en las primeras páginas, los autores explican que la idea que guía toda la obra es la explicación de una genealogía literaria (y no literal) que construye el mundo judío. En detrimento de aquellos que usan el mestizaje para invalidar la tesis de la identidad judía (y con eso solapar la idea de un Estado de Israel), Amós Oz y Fania elevan la tesis que ellos mismos llaman, ya al inicio del libro, “pueblo geológico”, cuyos anales históricos deben ser medidos con otras medidas.
"Si la Palabra – hablada y escrita, recitada y citada – es la verdadera llave de la continuidad judaica, entonces, cualquier intento de construir o demoler el pedigree físico judaico debe ser dejado de lado. Independientemente de la obligación de casarse dentro del rebaño, declarada desde Esdras y Nehemías hasta la corriente ortodoxa, la continuidad judaica nunca se basó en líneas de sangre [...] Nuestra historia no trata del papel de Dios, sino del papel de las palabras. Dios es una de esas palabras” (p. 65).
Así, los autores comienzan a construir una tesis maravillosamente innovadora: una genealogía verbal. Y, de ese modo, el libro se convierte en un meta-texto: padre e hija escribiendo sobre herencias verbales. El haber escrito un libro padre e hija, en conjunto, sobre la genealogía verbal judaica, ya fundamenta el título. Como terminan – renunciando a una modestia que realmente sería inconveniente -, “el Pueblo del Libro exhibe. Por tanto, largos linajes que tienen perfecto sentido. Si Vd fuese lector” (p. 66).
La profundidad y el entusiasmo de Amós Oz, fundida con el conocimiento descomunal de Fania Oz, hacen al libro una perla para cualquier curioso, o estudioso. de la Historia del lenguaje. Sin dejar de lado los registros canónicos, los autores profundizan en la investigación sobre las fuentes orales del pueblo judío, con énfasis en los relatos mishnaicos y talmúdicos, aportando imágenes maravillosas de tiempos inmemoriales e inimaginables, como la discusión de un Rabí con el mismo Dios – debate en el que Dios cede parcialmente en su interpretación -.
Una gran percepción de los autores es la de que el Dios de Israel es notablemente verbal. Él crea el mundo haciendo uso de palabras: Él ordena que Moisés escriba la historia del mundo y, principalmente, que escriba los Mandamientos; Él usa a profetas para hablar con su pueblo, y a veces dialoga directamente con los elegidos; Él ordena que anden con filacterias atadas al cuerpo, con extractos de la Torá; Él manda que los padres conversen con sus hijos sobre la Torá en todo tiempo. En fin, el Eterno de Israel ama usar palabras.
Los Judíos parecen haber aprendido el amor a las palabras, porque, como anotan los autores, “la profecía es mística, pero la exégesis es humana”. En la suficiencia de la Escritura, los Rabinos quedan con la difícil misión y el inmenso poder de interpretar lo dicho por el propio Dios, porque, en los términos de la Torá, “según la mayoría se debe inclinar”. Así, el consejo rabínico (que después de convertiría en un órgano enjuiciador) se convierte en el legítimo intérprete del discurso divino, con rarísimas concesiones.
Las palabras de Amós y Fania abren un verdadero abismo entre la tradición judaica y la tradición cristiana, evidenciando que hablar de “tradición judeo-cristiana” (expresión que yo mismo he usado mucho en la vida académica) es de un reduccionismo espartano incalculable. Los autores destacan en la tradición judaica un “chuzpa”, un descaro, un atrevimiento ante el Eterno, una ausencia de pudor en negociar con el propio Dios. Cosa que nunca se ve en la tradición cristiana.
Más allá de esos apuntes increíbles, Fania Oz-Salzberger nos recuerda que ninguna tradición antigua tiene tantas mujeres vocales. Ella recuerda que, según el relato bíblico, todas las mujeres de Israel siguieron a Miriam cantando despúes de que atravesaran el Mar Rojo; también Débora canto sus himnos desde el alto de su puesta de Jueza en Israel; también Ana, la ex-estéril, registró su canto in verbis en el libro escrito por su hijo, el profeta Samuel. A semejanza de su Dios, las mujeres hebreas son profundamente verbales y vocales.
En detrimento de la construcción rabínica de silencio femenino, la autora anota que el relato bíblico, e incluso el talmúdico, nunca silenció a las mujeres. Más allá de eso, no citan a mujeres más que como cantoras ocasionales, pero también como conocedoras de la tradición y hábiles utilizadoras de esta. Tamar, por ejemplo, usa la tradición para retomar su puesto de pariente de Judá, el patriarca, en una historia electrizante que termina con una frase clásica: “Y dice Judá: ¡Ella es más justa que yo¡”
Todavía sobre las mujeres vocales, los autores resaltan figuras como la de Osnat Barazani: judía y rabí, a pesar de toda la estructura patriarcal. Su nombre es citado con alabanza, en virtud del poderío de su conocimiento, en medio de un mar de hombres viejos. Además, no son raros los casos de Rabinos que, al alcanzar tal status, dejan claro que allí están en razón del trabajo intelectual de sus madres. “Los niños y los libros. Los huesos de la continuidad” (p. 114).
Y que nadie diga que esta tradición incita a enyesar el conocimiento. En la crianza de los hijos, el espíritu "chuzpa", descarado, atrevido, entrometido, vuelve. Como recuerdan los escritores:
"No importa que la Torá sea entera y eterna. No importa que las cabezas más formidables de la historia judaica lo estén observando a Vd desde el banco simbólico en el fondo de la clase. Se espera que todo muchacho en su Bar Mitzvá, todo novio en su dosel matrimonial, pronuncie una chidush. Una novedad. No una mera repetición de la sabiduría antigua [...] Sino realmente presentar una idea nueva, una interpretación fresca, un enlace inesperado. Cercado por gigantescos estantes de libros, Vd aun es invitado a hacer una declaración original”.
Amós Oz y Fania Oz-Salzberger, juntos, en una rara unión de profundidad y gracia, cuentan una historia maravillosamente verbal e increíblemente actual. Nos sumergen en un mar de palabras e imágenes hasta que lleguemos a la fosa abismal en la que surgió el primer acto de lenguaje – y no nos ahogamos, antes llenamos el alma y los pulmones de un silencio tan lleno de significados como las tablas que Moisés llevó en brazos cuando descendió del Sinaí.
Mejor libro de no-ficción del año. Sin más.
(6). “Convertirse en Israel, hacer la paz con Esaú: la parashá de Vayishlach”.
Pubicado en la web JOIMAG el 12-12-2019. Traducido por Administrador, puede verse el original aquí: https://www.joimag.it/parasha-vayishlach-giacobbe-esau-riconciliazione/?fbclid=IwAR0KYibhE8qONbnmNN8UA_CTo5pPsCpp0rp21uH7imyFrZmHUdPcAkT7ZVI
SILVIA GAMBINO.
UN MISTERIOSO COMBATE NOCTURNO, LA RECONCILIACIÓN DE DOS HERMANOS RIVALES, EL EPÍLOGO VIOLENTO DE UNA RELACIÓN FUERA DE LA TRIBU.
Vayishlach es la octava parte de la Torah, comprendida entre Génesis 32:4 y 36:43. En ella asistimos a la lucha nocturna de Yaacob con una criatura misteriosa, a la reconciliación con el hermano Esaú, a la historia de Dina y a la muerte de Rajel después del nacimiento de Benjamín.
¿Quién es el hombre misterioso que lucha con Yaacob?
En la noche que precede al encuentro con Esaú, Yaacob lucha cuerpo a cuerpo, hasta el amanecer, con una criatura misteriosa. El texto bíblico la define como “un hombre” sin añadir detalles sobre su identidad. Antes de marchar, el hombre le dice a Yaacob que desde aquel momento su nombre pasará a ser Israel, dado que “luchó con Dios y con los hombres y venció”. Yaacob le llama la aquel lugar “Peni-Él”, “el rostro de Dios“, dado que “Vi a Dios vis a vis y mi vida se acortó”. ¿Pero quién es, entonces este hombre misterioso? ¿Y en qué sentido el texto alude a un “ver a Dios”? Una respuesta interesante es propuesta por la escritora Dara Horn en este vídeo* del proyecto educativo multimedia BimBam.
Yaacob, dice, es a todos los efectos un personaje de novela de formación: en el curso de su historia madura, cambia, aprende a gestionar las relaciones ya no con la manipulación y el engaño, sino afrontando con humildad las consecuencias de las propias acciones. El epidodio de la lucha representa un punto de giro en este recorrido. Una de las interpretaciones más frecuentes es que el extranjero misterioso es un ángel. Pero en la parashá anterior, tenemos el famoso sueño en el que Yaacob ve ángeles que suben y bajan en la escalera hacia el cielo. ¿Por qué si la Torah no tiene problema alguno en hablar claramente de ángeles en aquel episodio debería hacer eso después? Otra interpretación es que la narración es una metáfora para describir la lucha de Yaacob con su inconsciente. Pero para ser una metáfora, sostiene Horn, la escena es un poquito excesivamente física. ¿Escuchásteis alguna vez que un inconsciente te golpea en el nervio ciático tan fuerte como para lisiarte? (Y de este episodio, por lo demás, deriva la prohibición según la Kashrut de comer pedazos de carne atravesados por el nervio ciático).
En definitiva, según Horn, las interpretaciones del ángel y del inconsciente no son convincentes. La respuesta alternativa que propone es que Yaacob, en aquella noche misteriosa, luchó justamente con su hermano Esaú. Y que en aquel episodio se completa su proceso de maduración, de manipulador a persona capaz de dirigirse, el día siguiente, al hermano con humildad y respeto. Identificar al hombre misterioso con Esaú le daría un sentido a la famosa frase que Yaacob le dirige en un abrazo conciliador: “Ver tu rostro es ver el rostro de Dios”. Concluye Dara Horn: “Aceptar la interpretación del ángel le daría a la historia un toque más intrigante. Pero Yaacob comprende que ver a Dios en la Tierra significa afrontar a las personas a las que le hemos hecho mal, mirarlas a la cara y saber que también nosotros podemos cambiar”.
Yaacob e Israel: dos modos de ser judíos.
El cambio de nombre de Yaacob a Israel y las circunstancias en las que se produce eso, es uno de los episodios más pensados y comentados de la parashá. Rabbi Jonathan Sacks le dedica una reflexión en “Algemeiner”**. Hay tres aspectos que hacen único este episodio. El primero es que el nombre sufre un cambio total, no una ligera modificación (como en el caso de Abraham y de Sarai, que se convierte en Sara), indicando la entrada en escena de un propio y verdadero personaje; el segundo es que el cambio es mencionado en dos pasajes diferentes; el tercero es que el texto, aunque diga claramente “tu nombre ya no será Yaacob” después usa este nombre.
Este del cambio de nombre, dice Rabbi Sacks, es uno de los tantos misterios de Yaacob, y está conectado en cierto modo a su relación con Esaú. Los dos, lejos de las interpretaciones simplificadoras, no representan el bien y el mal, sino dos tipos diferentes de ser humano, en un contraste similar al trazado por Nietzsche entre los modelos griegos de Apolo y Dioniso. “El hecho de que Yaacob y Esaú sean gemelos es fundamental. Su relación es un clásico caso de rivalidad entre hermanos. La llave de comprensión de su historia es aquello que René Girard llama deseo mimético: el deseo de poseer aquello que tiene el otro. En el fondo, el deseo de ser el otro”.
Y Yaacob querría ser Esaú, dado que este tiene aquello que le falta: el amor del padre. Toda la identidad de Yaacob se da en relación con el hermano, partiendo del nombre, que remite al episodio de agarrarle el talón al nacer. Después de la lucha nocturna con el hombre misterioso, Yaacob cambia el nombre por Israel: en eso resuenan las palabras Sar (príncipe, majestad) y Yassar (recto, justo). Rabbi Sacks sugiere que el pasaje del cambio debe ser leído no como lo levantar acta de un hecho ya sucedido sino como una exhortación a algo que se desea. Luego, no “tu nombre ya no será Yaacob, sino Israel”, sino que “sea tu nombre ya no Yaacob, sino Israel”. O, está orgulloso de ti mismo, no desees ser otro.
La tensión entre deseo de ser uno mismo y deseo de convertirse en otro, entre Yaacob e Israel, caracterizó toda la historia judía y representa dos modos diferentes de vivir el propio judaísmo en relación con el mundo: ejemplos importantes son el periodo helenístico, el Iluminismo y finalmente nuestra contemporaneidad. “Yaacob es habitualmente temeroso porque está indeciso sobre lo que quiere ser, sí él mismo o su hermano (….). Cuando tenemos miedo y estamos inciertos sobre lo que somos, somos Yaacob. Cuando somos fuertes, siendo nosotros mismos, somos Israel”.
La historia de Dina .
Dina, la única hija de Yaacob que en el texto bíblico es llamada por su nombre, es protagonista de otro episodio importante de la parashá. Sichem, príncipe de la tribu colindante, comienza con ella una relación (por ahora la llamemos así, dado que sobre su naturaleza veremos que no hay conformidad) y la pide como mujer. Los hermanos de más edad que ella, Simeón y Leví, responden que aceptarán siempre y cuando todos los varones de la tribu de Sichem si circunden. Condición aceptada, pero se trata de un engaño. El tercer día después de la operación, mientras todos los hombres están K.O. por el dolor, Simeón y Leví invaden su territorio y los pasan a todos a espada. La interpretación más frecuente es que Dina fue violada por Sichem y que lo de los hermanos fue un acto de venganza. Pero, explica “Jewish Women´s Archive”***, se han propuesto otras explicaciones.
No todo el mundo está de acuerdo sobre el hecho de que Sichem había usado violencia contra Dina. Los verbos del textos que se refieren a la relación entre los dos hablan de pasión, pero no de opresión. El más discutido, que se traduce con “deshonrar, ultrajar”, podría con más probabilidad referirse la una relación sexual prematrimonial (de aquella prohibida y “ultrajante” para la mujer), más que a una violación.
La historia de Dina, explica el artículo, habla de la construcción de lazos sociales por medio del matrimonio, y de dos comportamientos opuestos hacia las uniones mixtas. Dina y Yaacob (que permite el matrimonio con Sichem) representan el enfoque inclusivo, bien dispuesto hacia la perspectiva de unirse a alguien que no pertenece a la tribu. Simeón y Leví se hacen portavoces, en cambio, de una actitud separatista, que frente a la perspectiva de matrimonio mixto reacciona con la violencia. “Irónicamente, sí existe unoha violación en esta historia, ese es llevado a cabo por Simeon y Leví contra la gente de la ciudad de Sichem. Es su comportamiento lo que es violento, hostil y aprovechado. El deseo de Sichem de contraer matrimonio se pone en tensión con la determinación de Simeón y Leví sobre el hecho de que eso no debe hacerse. La tensión entre el matrimonio en el interior del grupo (endogamia) y la excepción del mismo (exogamia) es dramatizada en esta historia de amor y violencia. El sexo prematrimonial es la representación narrativa de la violación de las fronteras de grupo”.
(7). "Identidad judía, entre derecho religioso y laico".
Publicado en la web de JOIMAG el 18-6-2019. Traducido por Administrador, puede verse aquí el original: https://www.joimag.it/identita-ebraica-tra-diritto-religioso-e-laico/
COSIMO NICOLINI COEN.
¿Cuánto puede definirse la identidad en relación a los principios laicos y religiosos? Un examen de las problemáticas a lo largo de la política israelí.
Como es sabido, el debate político israelí del último periodo versa sobre lo fracaso por parte de Netanyahu de conseguir un acuerdo capaz de formar una mayoría de gobierno. A través de la crónica política, emergen – al menos haciéndole caso al peligro evocado por Liberman de una medinat halakhà, de un Estado cada vez más condicionado por las fuentes del derecho judío (mishpat ivri) –, temas decisivos para el orden de Israel. Y no solo. La hendiadis de “religioso” (dati) y “laico” (hiloni) con la que se compara Israel es una tensión que atraviesa la identidad judía, de Israel como pueblo, tout court. Un problema tanto teórico como concreto, luego, como necesariamente se caracteriza el tema de la identidad.
Desde un cierto punto de vista es correcto decir que ningún judío puede ignorar la existencia de la Halakhà – en la medida en que esta no solo define quién es judío, sino que constituye la estructura misma del judaismo. También cuando nos definimos judíos prescindiendo de la Halakhà, o a través de una modulación diferente de la de la Ortodoxia, se hace en todo caso tomando las indicaciones – aunque sea por medio de un no o una crítica – de la Halakhà. Por una parte, vivir la propia condición judía, en sus múltiples expresiones concretas, singulares y colectivas – y no en último lugar a través del sionismo – puede tomar formas heterogéneas, variadamente distantes o en antítesis con aquello que la normativa halakica indica.
Identidicación, distinción o intersección con la Halakhà.
A partir de estas observaciones, y aun siendo conscientes de que los matices del judaismo son difícilmente sintetizables (es famosa la historieta por la que un judío en una isla desierta construiría dos sinagogas, una de las cuales a la que no ir nunca, para representar la existencia de una multiplicidad de identidades, aunque solo sea en el fuero interno) es posible trazar un mapa de los diferentes modos de declinar la propia identidad judía, sea como individuos o como colectividad. Es decir, de los diferentes modos de concebir el peso y la función del judaismo al modular la propia identidad de persona, comunidad o Estado. Es posible aislar – un poco artificiosamente, pero con el objetivo de captar constantes sobre las que reflexionar – tres modalidades para concebir la propia relación con la Halakhà y el derecho judío (mishpat iviri): de identificación completa, de neta distinción o de intersección.
En el primer caso, la propia identidad judía es concebida sobre la base de la Tradición. Cada uno de nosotros conoce la generalidad de una definición de este tipo, en la medida en que cada uno tiene su propio “umbral” de observancia (y cada grupo, aun queriendo cómo hipótesis permanecer en el lado de la Ortodoxia, presenta matices diferentes). Pero hay una constante: la pacífica superposición del propio ser judío y lo que indica la Tradición, ya sea en términos normativos o de significados de orden metafísico. Puede ser también que haya quien resuelve la propia identidad como persona en la judía o, viceversa, quien distingue, sin escindir, el ser judío de otras pasiones, trabajos, intereses. Es suficiente con pensar en Maimónides. Los componentes de este grupo que tengan particularmente interiorizadla la herencia del Iluminismo y de la Emancipación – herencia completamente diaspórica, podría decirse – distinguirán entre la propia identidad individual y de comunidad y la identidad del estado de Israel. Viceversa, aquellos que entiendan la distinción entre las esferas, colectiva e individual, de la religión y la de la institución estatal un modelo utilizable en la diáspora (sobre la base del principio por el que la ley de tu estado es tu ley) pero no en la tierra de Israel bajo la renacida soberanía judía, tenderán a mirar como modelo un “estado de Halakhà”, fundado sobre el derecho judío. Ahora, este ideal puede asumir formas diferentes. Desde aquellas puramente especulativas la aquellas políticas pero desde las respetuosas con las reglas democráticas hasta las subversivas – de aquellos que entienden que principios y reglas del derecho judío (entendidas por ellos de modo variado) son ya de hecho superiores a las normas del estado laico, y de esto la posibilidad, por ejemplo, de asesinar la Rabin en nombre de la ilegitimidad de ceder trozos de tierra de Israel.
Ahora bien, Liberman, como es bien conocido para quien siga la política israelí, no es ciertamente un paladín de la cesión de territorios y, sin embargo, en cuanto se reconoce (honestamente o como pretexto) en la laicidad de las instituciones de Israel, lanza, desde los escaños de la derecha, una alarma que no puede encontrar ecos tanto en la izquierda como en el centro. Sobre este fondo, y por contraste, emerge el segundo modelo al que antes se hizo referencia, el que entiende la propia identidad judía – en cuanto colectividad e institución, en Israel, o comunidad e individuo, en la diáspora – por medio de una distinción más neta de lo que es la Tradición. Así podía ser para los autonomistas del Bund (partido socislista judío), para las corrientes del socialismo sionista o para tantos judíos individuales. La paradoja de esta declinación del ser judío, individual y colectivo, paracería representado por la asimilación, por lo que se permanece, por pura casualidad de nacimiento, judíos pero se perdió el sentido de este ser.
Más allá de de múltiples matices personales, existe después un tercero modelo, caracterizado por la intersección. Tizipi Livni, antes de retirarse de la vida política, había avisado lamentándose del riesgo de un “estado de Halakhà” que ponía en riesgo la conjunción “y” presente entre los adjetivos “judío” y “democrático”, por la que se caracteriza Israel. Pero en sus discursos, Livni se remitía a lo que enseñaba el Tanaj y los Profetas (a los que hace referencia la misma Declaración de Independencia de Israel). Indicando que la declinación laica de la propia identidad judía, en Israel como Estado o en la diáspora como individuos y grupos, no debe prescindir necesariamente de alguna forma de referencia a la Tradición. Se trata, más bien, de tener la voz para reapropiarse de ella, creando espacios de convivencia entre diverslos modos de entender el judaismo. Una cuestión teórica antes que política. Quizá, con un vistazo a otros maestros, una cuestión de hegemonía cultural.
(8). "Ser judíos, según Ricardo Calimani!.
Publicado en la web de JOIMAG el 20-12-2019. Traducido por Administrador, puede verse el original italiano aquí: https://www.joimag.it/essere-ebrei-non-e-un-mestiere-facile/?fbclid=IwAR0RKgp0hKLqP0onVuTeKYxsC9uM4345NcX9Vw8QvoSIYoD24_7U21WVObc
PEQUEÑA RECENSIÓN DEL LIBRO “NON È FACILE ESSERE EBREO. L ‘EBRAISMO SPIEGATO AI NO EBREI” ("No es fácil ser judío. El judaísmo explicado a los no judíos).
“¿Qué es un judío? Es uno que cuando le cuentas una historia judía te responde que ya la sabía y te la repite mejorándola”, escribe Riccardo Calimani en la nota de método introductoria a su libro “Non è facile essere ebreo. L’ebraismo spiegato ai non ebrei”, editado por “La nave di Teseo”. Luego, si sois judíos, no perdáis el tiempo. En caso contrario, proseguid: será un viaje tan profundo como estimulante.
“Como es conocido”, escribe un poco más adelante, “en física existen dos enfoques que son usados eficazmente: o estás en la orilla del río y ves pasar la balsa, o estás en la balsa y ves como discurre la orilla del río. Los judíos, en el curso de los siglos, estuvieron siempre en la balsa que pasa por el río, pero están convencidos de encontrarse también en la orilla y ser los mejores intérpretes de cuanto sucedió”. La esencia del problema es exactamente esta. Y coherentemente con este rasgo irresoluble de la judaidad, Calimania avisa: aquí encontraréis el análisis de algunos conceptos, informaciones históricas y religiosas, pero ninguna respuesta exhaustiva, sólo la visión personal de un judío italiano, ni asquenazita ni sefardita. No sin ironía, naturalmente. Un poco porque el humorismo es inescindible en el judaísmo y un poco porque las historietas de las que se habló son verdaderamente iluminadoras si se busca comprender qué es un judío.
Breve recensión en cinco puntos.
Inteligencia.
Una historieta de pocas palabras, pero eficaz como un tratado para derrotar el prejuicio según el cual los judíos son todos inteligentes: “Si hay cuatro judíos, hay siete partidos. Preguntaréis: ¿por qué no ocho? Porque existe siempre el judío deficiente que tiene una única idea política”.
El Talmud.
Después de una larga explicación sobre el Tanaj, sobre el Talmud y la Mishnah, Calimani da cuenta de otra historieta para explicar qué es el método talmúdico. O al menos cuáles son los posibles efectos colaterales para quien pretenda acercarse al estudio del mismo. En este caso, un joven estudiante desesperado pide ayuda por haber perdido a Dios. Se siente un no creyente, le dice al rabino. Este, sin descomponerse, responde: “¿Cuánto tiempo hace que estudias el Talmud?”. “Cinco años”, responde al joven. “¿Sólo cinco años? – le suelta el rabino – ¿Y pretendes ser ya un no creyente?”.
El pueblo elegido.
Cuestión de las cuestiones, tema que suscita y suscitó innumerables discusiones, incomprensiones y una serie de prejuicios que están en la base del antisemitismo. “Pueblo elegido significa escogido (por Dios) para asignarle una gran responsabilidad, la de seguir las leyes del Señor, no una pretensión de superioridad, sino un sentido del deber”, escribe Calimani, pero después añade: “Sobre la elección y sobre Dios se puede y se debe bromear”. Las historietas sobre el tema son abundantes, pero no poderíamos dejar de citar a Woody Allen: “dios no existe y …. nosotros somos su pueblo”.
Las leyes de Noé.
Siete son los mandamientos que Dios, siguiendo el Talmud, le dio a Noé inmediatamente después del diluvio. Por lo tanto, se asiste la una doble revelación y a una tendencia universalista de la ley judía. Efectivamente, estas sietes leyes están en la base de cualquier convivencia humana que no quiera derivar en la violencia: además de las prohibiciones de idolatría y blasfemia, está prohibido matar, casarse entre parientes próximos, extraer un miembro de un animal vivo. Y existe además una obligación: instituir tribunales para administrar justicia.
El humorismo judaico.
Según Vladimir Jankélévitch, “el humorismo pretende del hombre que se haga cargo de él mismo para que el ídolo desenmascarado no sea sustituido por otro ídolo”. ¿Y el humorismo judío? Para el profesor Avner Ziv, de Tel Aviv, “es el creado por los judíos, se refiere principalmente a judíos y refleja un aspecto de la condición judaica”, pero, siempre según Ziv, tiene la capacidad de transformar la realidad. Y después, está fundado sobre la autoironía, “que es también una accción de autodefensa”, escribe Calimani. “Previene los ataques de los otros, porque quien se ríe de sí mismo, está haciéndolo mejor que los demás“. Et voilà, el círculo se cierra. ¿Qué es un judío?, preguntamos al inicio, respondiendo que alguien a quien no se le pueden contar las historietas judías. Porque ya las conoce, y sobre todo porque sabrá contarlas mejor ….
Libro: Riccardo Calimani, “Non è facile essere ebreo. L’ebraismo spiegato ai non ebrei”, La nave di Teseo, 158 páginas.
(9). "El judaísmo: ¿estirpe o aproximación voluntaria?" (Anna Punsoda entrevista a Moriah Ferrús).
Publicado en la we de Mozaika, puede verse aquí el original en catalán: http://mozaika.es/magazine/ca/el-judaisme-estirp-o-aproximacio-voluntaria/
ESTA ENTREVISTA TUVO LUGAR LA PASADA SEMANA EN El MARCO DE LA VISITA DE LA HIJA DE AMOS OZ (FANIA) A GIRONA. ANNA PUNSODA HABLÓ SOBRE JUDAÍSMO CON MORIAH FERRÚS, DIRECTORA DE EDUCACIÓN Y CULTO DE “ATID”, EN LA REVISTA DIGITAL CULTURAL “LA LLANÇA”.
Anna Punsoda: “La nuestra no es una línea de sangre, sino una línea de texto“, decían Amos y Fania Oz en Los judíos y las palabras para explicar la continuidad judía. ¿Es así? ¿Hasta que punto el judaísmo permite una aproximación voluntaria? ¿Y hasta qué punto es una estirpe? Hablamos con Moriah Ferrús, la directora de Educación y Culto de Atid, una comunidad judía no-ortodoxa fundada en Barcelona el año 1992.
Moriah Ferrús: Preferiría que hiciésemos referencia a nuestra comunidad no tanto por aquello que no somos como por aquello que somos. Somos una comunidad judía tradicional e igualitaria, es decir, que aun conservando nuestra tradición judía, nos adaptamos a los tiempos que vivimos. Además, hombres y mujeres tenemos los mismos derechos y, obviamente, las mismas obligaciones.
¿Cómo es un proceso de conversión al judaísmo?
Podría decirse que es un periodo de reflexión, de estudio, de conocimiento y reconocimiento de uno mismo. Muchas personas se acercan a las sinagogas con ánimo de convertirse al judaísmo, y después de un tiempo de estudio, ven que la realidad no se ajusta a lo que ellos estaban buscando. Hay todo tipo de motivos por los cuales las personas deciden ser judíos: desde aquellos con antepasados judíos que quieren regularizar su situación o aquellos que tienen una pareja judía y deciden formalizar un proceso de conversión al judaísmo. También están aquellos que, aun sin tener ningún vínculo con el judaísmo, sienten una llamada interna que los impulsa a convertirse. Hay todo tipo de motivos que impulsan a la gente a llamar a la puerta de las sinagogas pidiendo ayuda. El proceso de conversión es un tiempo de estudio de la ley judía, de la lengua hebrea, de las festividades del calendario judío, de costumbres y tradiciones y, en definitiva, de todo aquello que le valdrá al candidato para llevar una vida como judío. No es una etapa fácil, es cierto, pero debo decir que no conozco a nadie que quisiera convertirse al judaísmo y no lo consiguiera. Hace unos años, convertirse en Barcelona era poco menos que una cosa épica, però hoy en día las opciones formales de conversión al judaísmo existen en nuestra ciudad, normalizando la situación y ofreciendo respuestas a aquellos que lo deseen.
¿Cuántas conversiones se producen en Catalunya anualmente (aproximadamente)?
No sabría decirte una cifra exacta. No estamos hablando de un gran volumen de gente, son cifras más bien discretas. Te diría que el último año, me sobran dedos en las manos para contar aquellos candidatos que superaron la conversión a nuestra comunidad. Creo que el año en el que estamos me faltarán dedos. Depende de los años. El judaísmo no es proselitista, más bien al contrario. Pero lo cierto es que, todo el mundo que realmente lo quiere, de un modo o de otro, acaba por formalizar un proceso de conversión, ya sea en Barcelona, en Londres o en Jerusalém, por decirte las tres opciones más factibles y más próximas.
¿Con qué ventajas e inconvenientes se encuentra un converso al judaísmo? ¿En algún momento alguien te hizo sentirte una «judía» de segunda?
Interesante pregunta. Frecuentemente, se le pide al converso saber y cumplir todo aquello que muchos judíos de nacimiento ni saben ni cumplen: es ciertamente una situación un poco desigual. De entrada, podría parecer un inconveniente, pero creo que es una ventaja tener unos conocimientos firmes y amplios sobre judaísmo antes de formalizar la conversión. Es cierto que aquel que se convierte lo hace porque quiere, y por lo tanto pone los cinco sentidos, sino los seis. Nunca me sentí judía de segunda ni tampoco nunca nadie me hizo sentirme así y, si alguien lo intentó, no le presté demasiada atención. Intento centrar la atención en cosas productivas y constructivas.
¿Tenéis matrimonios mixtos en la comunidad?
La sociedad judía es diversa y las sinagogas son el reflejo de esta diversidad. Tenemos matrimonios mixtos, parejas mixtas, familias mixtas …. situaciones reales como la vida misma. Nuestra sinagoga es un espacio que pretende acoger a los judíos de Barcelona con sus circunstancias, tal y como ellos son, tal y como es la realidad que nos rodea.
¿Qué crees que implica que la condición de judío se transmita por vía materna?
Tradicionalmente, y según la ley judía, la condición de judío se transmite de dos maneras: por la vía materna o por conversión. ¿Qué pasa, luego, con los hijos de padre judío y madre no judía? Esta pregunta permanece abierta, también, a otras opciones familiares fruto de la complejidad que nos rodea. La pregunta se fue transformando con el tiempo y actualmente podría ser, ¿qué pasa con todas las otras opciones familiares con los que nos encontramos hoy en día? Particularmente, creo que la ley judía ha de valer para aproximar a la gente allá donde quiera estar, no para alejarlos ni de sus raíces, ni de su judaísmo, ni de su judaidad, ni de la voluntad personal o familiar de pertenecer al pueblo de Israel. A nuestra sinagoga se acercan todo tipo de familias, cada una con su historia y vivencia real. Como sinagoga, tenemos que dar respuestas, respuestas que acerquen, respuestas que acojan, respuestas que apoyen, respuestas que acompañen, respuestas que se adapten a las necesidades de las familias y se adapten al mismo tiempo a lo que nos propone la cultura judía.
Amos y Fania Oz explican que no creen en Dios, pero que a lo largo de su vida fueron lectores de textos judíos en lengua hebrea y no hebrea, y que estos textos fueron su puerta de entrada al mundo y la cultura. ¿Crees que estos textos, leídos en forma humana (sin horizonte de trascendencia divina ….), son suficientes para crear una espirtualidad judía? Es decir: ¿hay una espiritualidad judía laica?
Siempre se dijo que los judíos son el pueblo del libro, el pueblo de la Torah. Esta Torah que hay que leer y releer, también, desde la perspectiva humana. Somos el pueblo del texto, y es el propio texto el que nos acerca a la trascendencia. El pueblo judío desarrolló una exégesis y una hermenéutica propia, que nos acerca al texto tanto como nos distancia de él, que nos invita al escrutinio y al cuestionamento de absolutamente todo. Al texto hay que increparlo, hay que discrepar de él, hay que preguntarle e inquirirlo hasta deconstruirlo completamente, para volver a reconstruirlo siempre de una manera nueva, siempre de un modo diferente y único. Según la tradición, la Torah es la prueba de la revelación divina en el Sinaí. El texto, entonces, pasa a ser una parte esencial de la espiritualidad. Como muy atinadamente dicen Amos y Fania Oz, el pueblo judío no es únicamente una línea de sangre, sino una línea de texto, como dicen los proverbios «la Torah es un árbol de vida para todos aquellos que deciden aferrarse a ella.
(10). «La importancia de llamarse judío».
Publicado el 25-5-2020 en la web de JOIMAG. Traducido por Administrador, puede verse el original aquí: https://www.joimag.it/limportanza-di-chiamarsi-ebreo/
MICOL DE PAS.
Se remonta a hace menos de un año el artículo publicado en el “Jerusalem Post” con el título The word ‘jew’ as a curse in Europe (“La palabra hebreo como una injuria en Europa”), un razonamiento sobre el hecho de que la palabra judío sea usada como insulto sin ni siquiera la necesidad de acompañarla con un adjetivo despectivo. No tiene mejor tratamiento en Italia la palabra giudeo que con el judaísmo compartió las reglas promulgadas en 1.938 por el Ministerio de Cultura, ordenando hablar sólo de giudaismo y ya no de ebraismo (ahora caída en desuso). Luego, entra en escena la dicción politicamente correcta que traduce la palabra ebreo en la locución di origine ebraica. El jurista Emanuele Calò nos señala un artículo suyo (aparecido en “Moked”) sobre el tema y sobre todo su pensamiento al respecto: una cierta irritación.
Pensemos un momento: la bedel de la escuela se convirtió primero en empleada y después en colaboradora escolar, los hombres de la basura son operadores ecológicos y un escritor como Philip Roth, de origen judío. Mirando su árbol genealógico, de él se llega directamente a Abraham ¿Hipocresía? En fin, atendiendo a las palabras de Emanuele Caló también a hipocresía es una forma de defensa. Que puede oscilar entre dos polos intencionales: no decir expresamente que aquella persona es judía y evitar ofenderla con el epiteto hebreo. Luego, en el plato hay tres expresiones importantes: políticamente correcto, hebreo y de origen hebreo.
Políticamente correcto. Atendiendo al Diccionario Treccani, “la expresión políticamente correcto es un calco de la locución angloamericana politically correct, con la que se hacía referencia originariamente al movimiento político estadounidense que reivindicaba el reconocimiento de las minorías étnicas, de género, etc. y una mayor justicia social, también por medio de un uso más respetuoso del lenguaje”. Por lo tanto, el diccionario menciona algunos ejemplos que en italiano caen dentro de la actitudes antes mencionadas, entre las cuáles: “evitar expresiones que evocan discriminación en relación con las minorías étnicas (como negro o giudeo) y de categoías con desventaja física (como por ejemplo, handicappato, cieco, nano, a las que serían perferidas expresiones como diversamente abile, non vedente, persona di bassa statura)”.
Hebreo. De la wikipedia: “Los hebreos, también llamados pueblo hebraico, son un pueblo, o grupo etnorreligioso. Y los fieles de una religión, que tiene sus orígenes en los Israelitas del Próximo Oriente antiguo. Nacionalidad y religión hebraicas están estrechamente relacionadas y el judaísmo es la fe tradicional de la nación hebraica”. A esta definición la sigue una larga explicación que va desde los patriarcas Abraham, Yitzak y Yaacob, a la Ley del retorno del Estado de Israel, pasando por la destrucción del Segundo Templo, entendida como causa principal de la vida diaspórica de dicho pueblo, hasta llegar al uso moderno de la palabra hebreo. Que indica “Personas de origen hebraico (no necesariamente matrilineal) que practican la religión hebraica; personas de origen no hebraico convertidas al judaísmo; todo aquel que pertenece a la descendencia hebraica que, aun no practicando el judaísmo como religión, puede considerarse hebreo a causa de su descendencia., identificando en la palabra sobre todo un sentido familiar, histórico o cultural”.
Otro diccionario (Sabatini Coletti/Corriere online) indica: “Hebreo: 1) Perteneciente al antiguo pueblo que habitó la Palestina de la mitad del segundo milenio la.C. al siglo I d.C SIN judío; 2) Siguiendo viejos y reprobables prejuicios, persona avara, usurero”; aunque algún otro subraya que es hebreo “quien desciende de o pertenece a un reagrupamiento de tribus semíticas establecidas originariamente en Palestina y después constituidas en nación; pueblo e”, para después mencionar algunas expresiones frecuentes como la de judío errante o la menos común de confundir a los judíos con los samaritanos, para señalar a quien mezcla cosas diferentes entre ellas.
No puede dejar de citarse a Sara Natale, que en un hermosísimo artículo aparecido en el magazine del “Istituto Treccani” escribe que “en torno al término hebreo está vigente una cierta confusión, alimentada por una cierta vaguedad (hasta los límites de la inexactitud) de los principales diccionarios italianos, que no mencionan tampoco la posición más interna y de autoridad sobre la cuestión, la de los rabinos, para los que hebreo es el hijo de una mujer hebrea o, alternativamente (como excepcional), un convertido al judaísmo”.
El artículo de Natale, filóloga, asistente de investigación en el Instituto del “CNR Opera del Vocabolario Italiano”, estudió los dialectos y lenguaje vulgar de los judíos de Italia, es la síntesis de una intervención suya en la convención Parola. Una nozione unica per una ricerca multidisciplinare, que se celebró en la “Università per Stranieri di Siena” hace dos años. Con ella llegamos a la tercera expresión que pusimos sobre la mesa: di origine ebraica.
(Persona) de origen hebraico. Se usa este sintagma como sinónimo de la palabra hebreo. Pero es evidente que el significado no es en absoluto idéntico. Escribe Sara Natale: “Que el uso del sintagma de origen hebreo (acuñado sobre el tipo “italiano de origen marroquí”) como sinónimo de “hebreo” se explique con la exigencia políticamente correcta de evitar una palabra potencialmente portadora de malentendidos y malos modos o con la ignorancia de su significado propio, por consecuencia resulta paradójico: la fallida asimilación de la palabra “hebreo” a los adjetivos de nacionalidad acredita en la absurda antítesis entre ser italianos y ser judíos que frecuentemente resuena en los estadios italianos”.
Por lo tanto, procede volver a lo políticamente correcto porque también fuera del universo antisemita existe una cierta confusión en relación con el significado del término hebreo y en todo caso resulta un término incómodo: toda palabra “identitaria” debe ser manejada con cuidado. Pero procede también volver sobre la palabra en cuestión. Que sufrió (junto con su pueblo) no pocas vicisitudes. Desde la presunta etimología del término giudeo vinculado a la historia de Judas Iscariote, por lo que tendría en sí las connotaciones de la falsedad, de la traición, de la crueldad. Hasta el punto de que giudeo en las líricas amorosas de los 1.200-1.300 se convierte en sinónimo de “cruel”, hasta el uso de hebreo para indicar el avaro y el tacaño en la lengua común de los antisemitas, pasando por el fenómeno de señalar (la obligación de llevar la estrella de David, por ejemplo). Así se construye un tabú, que después tiene que ver también con el temor de etiquetar a alguien como hebreo. He ahí por que, explica Sara Natale, poco después de la muerte del escritor Philip Roth, los artículos del periódico definían como hebreos sólo a sus personajes, claramente clasificables a placer, a diferencia de su creador, que, aun sin haber nunca renegado de la misma, tomó clara distancia de su identidad hebraica, llegando a declararse antes que nada americano y solo secundariamente judío y rechazando el rito fúnebre hebraico: más o menos he leído que el protagonista de “El lamento de Portnoy” es un “treintañero judío” y que el alter ego Nathan Zuckerman es un “escritor hebreo”, pero muy raramente encontré esta palabra referida directamente a Roth, sin molestar a familiares y antepasados y sin formular hipótesis poco verificables sobre su religiosidad”.
Pero existe también la otra cara de la luna. También Natale trae algunos ejemplos de artículos escritos al día siguiente de la muerte de Primo Levi. En particular uno, aparecido en Repubblica: “El Primo Levi del artículo – escribe Natale – asume varias identidades: es un escritor, es un antifascista, es un químico, pero no se limita a ser “un hebreo” (cosa completamente normal en años en los que la palabra ya no era y no era aun tabú), es frecuentemente “el hebreo”. El hebreo que habría tirado beneficio de Auschwitz. Palabras difíciles incluso de escribir y que forman parte del universo aterrorizador que se ha buscado anular hablando de Shoah y no de Holocausto. Por otra parte, hebreo es un término desde hace poco revitalizado por las mismas comunidades judías, primero definidas como israelitas y ahora renombradas hebraicas, como se indica en las Normas para la regulación de las relaciones entre el Estado y la “Unione delle Comunità ebraiche italiane”, de 1.989.
En definitiva, podría irese muy lejos y las puertas abiertas son muchísimas. Pero la cuestión ahora tiene relación con dos mundos: el judío y el de los tabúes. Pueden entrecuzarse mucho: basta falsificar el significado de lo políticamente correcto. Porque la intención de salvaguardar a las minorías de las discriminaciones se tradujo en un uso impreciso de locuciones “ablandadas”, pero que se convierten en expresiones, a su vez, de discriminación y prejuicio. Una serpiente que se muerde la cola. ¿Y si intentáramos imaginar el impacto que podría tener un disruptivo jewish pride? Para sostener, antes que nada, la importancia de llamarse judío.
(11). “Ser judíos en el Siglo XXI: muchas y diversas identidades explicadas por Sergio della Pergola”.
Publicado el 8-2-2021 en la web de MOSAICO (web de la Comunidad judía de Milano). Traducido por Administrador, puede verse aquí el original: https://www.mosaico-cem.it/cultura-e-societa/eventi/essere-ebrei-nel-21esimo-secolo-molte-e-diverse-identita-spiegate-da-sergio-della-pergola?fbclid=IwAR2NOM3m-H1hlK0ZpCyilq5zkb5NEcLhjGjJ1xLYE3-RHgTCr6Z-Ff8PZJg
ANNA LESNEVSKAYA.
Afrontar el tema de la identidad judía de hoy sin preconceptos y sin simplificaciones, captar las tendencias profundas de ello, es lo que necesitan las instituciones para poder responder al desafío del renovado interés en relación con el judaísmo. Está convencido de eso el Profesor emérito de la Universidad de Jerusalém, Sergio Della Pergola. El mayor experto de la demografía del mundo judío intervino en el evento con el título: “Gli ebrei nel mondo. Ortodossi, Reform, Conservative, Ultraortodossi. La diversità di regole come incide sui numeri?”, transmitido en streaming el 7 de febrero y organizado por Emanuela Servi, de la Adei Wizo (Associazione donne ebree d’Italia) y por Hulda Liberanome, directora de la revista Toscana Ebraica.
La investigación del profesor Della Pergola se basa en el trabajo que desarrolló desde hace décadas no sólo en el ámbito de la “Hebrew University”, sino también como miembro del “Jewish Policy Research Insitute” de Londres. La base estadística para reconstruir las infinitas identidades del judío contemporáneo fue suministrada por la investigación sobre las percepciones del antisemitismo en el campo judaico llevada a cabo gracias a los fondos U.E. en 2.018 y, con anterioridad, en 2.012. La investigación del 2018 fue realizada vía internet sobre 16.000 judíos en 12 países europeos (incluída Inglaterra, mientras la muestra italiana está representada por 700 personas.
Como explicó el estudioso, después de la Shoah, la población judaica mundial está creciendo, y en 2.020 alcanzó los 15 millones, pero esto sucede gracias a los judíos israelíes, que pasaron de 1,5 millones a 7 millones, mientras la diáspora está en descenso desde los años Setenta a causa de la inmigración y el envejecimiento, contando ahora con 8 millones. Geográficamente, Israel y los Estados Unidos (5,7 millones) representan el 85% de toda la población judía mundial, mientras la restante parte de los judíos se concentra principalmente en los Países occidentales. Segundo el prof. Della Pergola, eso deriva de una mejora de las condiciones materiales de los judíos de hoy en comparación con los de la historia judía contemporánea, lo que hace todavía más crucial la cuestión de la identidad y de su conservación.
Esos 15 millones de personas que componen el núcleo de la población judía, esto es, aquellos que en el sondeo se definen judíos, pueden ser extendidos a 24 millones, si incluimos personas con padre judío, o también aquellos que tienen un cónyuge judío, o, en una óptica todavía más amplia, quien está sujeto a la Ley del Retorno. Las fronteras entre estas categorías no son rígidas, porque en el mundo de hoy “la identidad es elegida”, subrayo el demógrafo.
Para hacer emerger las diversas caras de la identidad judaica de hoy, procede obtener respuestas a tres preguntas. La primera: ¿que significa ser judíos? Según los datos del 2.018, en el primer puesto en Europa está la religión (35%, en Italia 49%), después el origen (26%), la cultura (11%) y la herencia (10%), En cambio, la nacionalidad es menos importante (9% en Europa y 5% en Italia), porque, explicó Della Pergola, “el nacionalismo europeo impone ser de la nación en la que se vive”.
La segunda pregunta es “¿por que?”. Esto es, cuáles son los contenidos afectivos del ser judío. En el primer puesto, está el recuerdo de la Shoah (78%) y la lucha contra el antisemitismo (76%). En Italia, la segunda precede ligeramente al primero. Para dos tercios (66%) es sentirse pertenecientes al pueblo judío, dato inferior en Italia (49%) por su particular tradición cultural. A continuación, la participación en las fiestas judías en familia (52%), apoyo a Israel (51%), cultura judía (42%) y creer en Dios (33%). En Italia es más fuerte la percepción de la familia (63%) y da cultura judía (53%). En el último lugar, darle a la comunidad (32%), siendo el dato más bajo en Italia (23%). “Se trata de un perfil modernizado y secularizado”, comentó el estudioso, añadiendo que esta graduación es muy similar a la de los USA e Israel, como prueba del hecho de que los judíos no son un “producto” del Estado en el que viven, sino de una historia más amplia.
Analizando los mismos datos de modo lineal, pero conectándolos entre ellos para obtener una especie de “mapa mental”, Della Pergola pudo evidenciar que en 2.018, en relación con 2.012, Israel y el pueblo judío se convirtieron en centrales en la percepción de los judíos europeos. Según el estudioso, se trata de una reaccción a las presiones externas. De hecho, en el ámbito de la misma investigación, respectivamente, el 85% y el 84% de los entrevistados en Europa consideraron el antisemitismo y el racismo el principal problema. Italia es el único País europeo en el que en el centro de las elecciones afectivas del propio ser está el concepto de comunidad, y no Israel y el pueblo judío. Dato interesante que merece profundizar en él, según el demógrafo.
La última pregunta que completa la investigación sobre las identidades judaicas es “¿cómo ser judío?”, es decir, a través de qué redes. Según los datos de Israel relativos al 2.015, el 9% se define Haredí, esto es, ultrarreligioso, mientras el 13% Dati, esto es, religioso, estando en medio los tradicionalistas, Masortí (29%), mientras la mayoría (49%) se considera Hiloni, esto es, secular. La tendencia es la de la polarización, hizo notar Della Pergola, visto que en el curso del tiempo los tradicionalistas se debilitaron, mientras los seculares y los más religiosos se reforzaron. Menos difuminadas son las diferencias en relación a la propia pertenencia a las denominaciones religiosas (se trata de opiniones y no de ser un miembro efectivo): el 50% se consideran ortodoxos, 3% reformistas, 2% conservadores y 41% a excepción de cualquier agrupación.
En los USA, en cambio, el Reformista es el movimiento principal (36%), estando en medio los conservadores (18%) y por debajo los ortodoxos (10%). También en los Estados Unidos estamos asistiendo a una polarización, dio a conocer el demógrafo: el judaísmo Conservador se debilitó, mientras se reforzó la parte sin denominación (30%).
La situación en Europa y en Italia.
Es importante permanecer independientes y comprender las tendencias profundas, comprender que existe un gran interés en relación con el judaísmo, es un fenómeno que atrae, existe una revitalización del interés, – concluyó su intervención el Prof. Della Pergola. – Existe una gran potencialidad si nuestras instituciones fueran capaces de captarla de modo que las personas se sientan implicadas y satisfechas en su exigencias globales y locales”.
Los datos europeos del 2.018 son interesantes si son vistos en transformación desde el comienzo a hoy. Ganan los ortodoxos (pasan del 7 al 8% en Europa y del 9 al 11% en Italia) y los Haredin (suben del 4 al 5%), mientras en Italia los ultraortodoxos son escasos (el 1%). Crecimiento también experimenta el movimiento reformista/progresista (del 10 al 15% en Europa y del 5 al 10% en Italia). El centro moderado y tradicional está en disminución (baja del 29 al 24% en Europa y del 19 al 15% en Italia). En Europa está en aumento a categoría de quien se considera “simplemente un judío” (del 27 al 38%), y crece también en Italia, donde es dominante (del 50 al 54%). Es interesante también el porcentaje de quien no se considera judío de nacimiento, pero sí se considera ahora (el 8% en Europa y el 7% en Italia).
En el gráfico puede verse la distribución de la poboación judía mundial. Detrás de Israel (con 6.773.400 y USA con 5.700.00), figuran Francia (448.000), Canadá (393.000), Reino Unido (292.000) y Argentina (179.500).
(12). “Sergio Della Pergola, números y proyecciones para el futuro de los judíos”.
Publicado el 16-5-2019 en la web de JOIMAG. Traducido por Administrador, puede verse el original aquí: https://www.joimag.it/sergio-della-pergola-numeri-futuro-comunita-ebraiche-europa/?fbclid=IwAR0SnGx7N3W-3fKs46z-6GRyv-KHvRfeK7YUpW7t5hj9vnmaQDnd7cG57kc
SILVIA GAMBINO.
Anotaciones de la conferencia en el Teatro Franco Parenti del 15 de mayo, dada por el principal experto de demografía judía.
Identidad, sociología, futuro de las Comunidades judías: de esto y de mucho más habló el miércoles 15 de mayo Sergio Della Pergola – Profesor de demografía y estudios sobre la población en la Universidad Hebrea de Jerusalém y considerado el máximo experto sobre cuestiones demográficas del mundo judío – en la jornada organizada en el teatro Franco Parenti de Milano por Milano Ebraica, una de las dos listas presentadas para la inminente renovación del Consejo de la Comunidad.
Tantos temas, preguntas, consideraciones y, naturalmente, tantos datos (…) Della Pergola ilustra con claridad números, gráficos, estudios, en las dispositivas que van pasando a sus espaldas.
Una fase de transición histórica.
Las previsiones de hace treinta años daban por cierto el final de las grandes ideologías. Fallaban: vivimos en un momento caracterizado por una fuerte ideologización y aumento de conflictos, incluidos aquellos internos al propio grupo de pertenencia. El pueblo judío se encuentra en esta fase de transición histórica. También en su interior, se agudizaron diferencias y divergencias, pero los grandes temas son comunes para todos. Uno de estos, el retorno con fuerza del antisemitismo: ” Mi generación”, explica Della Pergola (que nació en el 1.942), “no habría imaginado nunca que tendríamos que volver a afrontar prejuicios viejos y nuevos”.
El antisemitismo se expresa en diversos elementos, que deben ser desagregados para poder observarlos mejor: desde el racismo biológico (judíos como diferentes físicamente), al social (judíos como cuerpo extraño de la sociedad, que no quiere integrarse), hasta la negación o minimización de la Shoah y deslegitimación del Estado de Israel, cuerpo extraño en la comunidad internacional. Los datos muestran la existencia de una desviación entre la percepción y la experiencia del antisemitismo, pero eso no evita que sean preocupantes: según la investigación FRA (European Union Agency for Fundamental Rights) del 2.018, un tercio de los judíos en Europa vivió al menos un episodio.
Historia, geografía, demografía: los números de la identidad.
Las preguntas verdaderamente importantes son siempre las más simples: ¿Cuántos son los judíos? ¿Qué nos dicen los datos sobre la distribución de las comunidades judías en el mundo? En el Medievo, los judíos son un pequeño pueblo, de aproximadamente un millón de personas. El crecimiento demografico comienza a partir de 1.600, particularmente en Europa Oriental, con un desplazamiento del “centro de gravedad” del universo sefardita al askenazita: es increíble pensar cómo aquello que damos por descontado sea un proceso relativamente reciente. 75 años después de la destrucción causada por la Shoah, la población judía en el mundo está en aumento (+3 millones desde 1945), pero todavía está lejos de restablecerse. Las previsiones muestran que la población diaspórica – más velozmente en Europa y más lentamente en América, pero en todo caso de manera inexorable – está destinada al declinar, a causa de la baja tasa de natalidad. En Europa, existe un único País en el que la población judía joven es superior a la anciana: Polonia. Y no es un dato del que felicitarse, dado que esto es causado por la Shoah y no por la alta tasa de nacimientos.
El mundo judío cuenta hoy con 15 millones de almas, entre Israel y Diáspora. La parte que vive en Israel se encuentra conviviendo con una dualidad: ser parte de un pueblo, junto a los judíos de la Diáspora, y al mismo tiempo de un Estado, junto a 6,5 millones de no judíos (2 millones de árabes y otros no judíos ciudadanos de Israel, más los 4,5 millones de palestinos que viven en los Territorios disputados). Particularmente interesante es la complejidad de situaciones que crea el contraste entre la Ley del Retorno, que establece quien puede ser ciudadano israelí (también no judíos descendientes de judíos) y la Halakhah , que establece quién es judío. Así, tenemos ciudadanos del Estado judío a todos los efectos (aproximadamente 450000 personas), pero que deben, por ejemplo, ir al extranjero a casarse (en Israel no existe el matrimonio civil) y cuyos hijos, aun creciendo social y culturalmente como judíos, halachicamente no lo son. A día de hoy, aproximadamente 100.000 de los “otros” israelíes fueron convertidos por el Rabinato israelí.
La gestión de las “situaciones fluidas” es materia de debate abierto en todo el judaísmo; se habló de eso, cuenta Della Pergola, en la última Asamblea rabínica de los rabinos de Europa, a la que fue invitado como experto. Una experiencia, asegura, que desmiente el prejuicio de un judaísmo monocrático y no al paso de los tiempos: opiniones diferentes se compararon sobre temas como la bioética, la medicina, las conversiones de los niños.
¿Hacia dónde vamos? Mirada sobre Milano.
¿El antisemitismo causa la migración hacia Israel? También, pero la correlación entre los dos puntos no es la más importante para comprender el fenómeno. Empujando hacia las aliyot, las migraciones hacia Israel, está el factor económico: quien se traslada al Estado hebraico lo hace buscando una mejor calidad de vida que aquella que deja. Además de Israel, los datos muestran un trend constante de migración hacia los Países desarrollados, sobre todo el mundo anglosajón.
Aproximemos la lupa, desde lo global a lo local: Milano. Della Pergola explica que el descenso de los inscritos en la Comunidad – de diez mil a aproximadamente cinco mil – es particularmente preocupante porque las cosas no deberían ir así. Milano se benefició de una fuerte inmigración, de los Países árabes, de Turquía y de Irán: los judíos de la ciudad deberían ser al menos el doble ¡ Más allá de los problemas internos, que pueden provocar una discordancia entre inscritos en la Comunidad y residentes en Milano, el dato nos dice algo más grave a nivel externo: Italia – y Milano, que presume de ser el motor – no fue capaz de crear oportunidades válidas para estas oleadas migratorias que llevaban con ellas altos porcentajes de instrucción y profesionalidad.
Europa y futuro.
Judíos, prueba decisiva de la civilización. Tradicionalmente, explica Della Pergola, las comunidades judías vivieron siempre mejor en contextos de pluralismo, tolerancia, diversidad. Mejor durante el Imperio Romano politeista, por ejemplo, que bajo el Cristianismo. O mejor en muchos Estados trasnacionales que en muchos Estados-nación. ¿Existe, luego, un vínculo entre el avivarse del atisemitismo y el crecimiento de los nacionalismos particularistas, que ahora está de moda llamar “soberanismos”? ¿Y con el declinar de las comunidades europeas?
¿Este declinar puede ser contrarrestado? Si, dice Della Pergola, la solución “populista”, aun con su fondo de verdad, está al alcance de la mano: hacer más hijos. Pero no en el sentido de adhesión a un modelo de familia más bien tradicional, como sucede en Israel – que tiene en contraste la tasa de natalidad más alta del mundo desarrollado – porque existe optimismo, se cree en el futuro. Importante, añade Della Pergola, también hacer red entre diversas comunidades en Italia y fuera, no cerrarse en los propias patrioterismos y no abandonarse a los gusanillos de la self-fulfilling prophecy: dado que está previsto que las cosas vayan mal, me comporto en consecuencia.
Entre los problemas que el judaísmo afronta hoy, no están únicamente las cuestiones identitarias, el antisemitismo, la asimilación, está también el alto nivel de conflicto interno. Hace falta remitirse a la tradición judía en la que toda opinión, también la minoritaria, es considerada legítima. ¿Los desafíos son afrontados abriéndose o cerrándose al mundo? Es como un partido de fútbol, dice Della Pergola, hay quien juega a la defensiva y quien al ataque. Pero lo que nunca debe perderse de vista, añade, es que todos juegan de buena fe.
(13). "Los judíos del futuro"
TOBIA ZEVI.
Publicado en la web de MOKED (portal del judaísmo italiano) el 13-6-2.017. Traducido por Administrador, puede verse el original aquí:
https://moked.it/blog/2017/06/13/gli-ebrei-del-futuro/
Quizá dentro de tres mil años, los judíos de Roma estarán donde estuvieron en los últimos 21 siglos. La historia judía nos enseña a ser prudentes; desastres y migraciones están siempre a la vuelta de la esquina. Imaginamos, en todo caso, que exista un largo futuro para nuestra comunidad, la más antigua de la Diáspora. Estos judíos del futuro, que quizá se moverán con las astronaves y para respetar el Shabbat deberán tener una pistola fantasma con despertador, un día podrían optar por mirar hacia atrás.
¿Sabrán distinguir entre judíos romanos y tripolinos? Serán capaces de percibir diferencias entre dos culturas que hoy se presentan tan distintas, aunque produtivamente integradas? Lo pensaba, estos días pasados - probablemente influenciado por los eventos que celebran el 50 aniversario de la llegada de los judíos de Libia, así como por la lectura disruptiva de "Da animali a dei", historia de la humanidad escrita por el israelí Yuval Harari-.
A distancia de cinco décadas, consideramos que la llegada de los judíos libios a Italia, y a Roma en particular, representa un caso de inmigración lograda: los dos grupos se mezclaron, enriqueciéndose mutuamente y enriqueciendo la cultura de la comunidad (más estudiosa, más atenta al respeto de las reglas) de resultas de esta mezcla. Pero mantuvieron algunas especificidades y características culturales que convierten a nuestra colectividad en más polícroma y diversa. En mi experiencia, detecté entre los tripolinos una creatividad y una fantasía que nosotros los romanos poseemos en menor medida.
Sí aún hay judíos en Roma dentro de mil años, estas tradiciones estarán de tal modo fusionadas, compenetradas, tan intextricables como para resultar una única ascendencia, probablemente definida con la etiqueta genérica "judaísmo romano". Y es un mecanismo inevitable para cualquier cultura humana, lo de contaminarse y evolucionar en concordancia con los estímulos recibidos. Vale para toda tradición, vale para el judaísmo. Por tanto, cuando encontremos alguien que nos cuenta que un pueblo o una historia "fueron siempre así", le recordemos que así, para serlo humano, significa "cambiar".
(14). No judíos, sino judaicos: los Zera Israel.
Publicado el 4-7-2.019 en la web de JOIMAG. Traducido por Administrador, puede verse el original en este enlace: https://www.joimag.it/zera-israel-non-ebrei-ma-ebraici/?fbclid=IwAR1htVWodLMTQyVDuv9RRyCLC1PzmRu5pMVwCwwDnhzaMfz3Mr0yETMi2YA4
Una categoría particular: las "Semillas de Israel", no judíos pero de descendencia judaica. Tomemos dos personas. La primera nació de padres ambos no judíos. La segunda de padre judío y madre no judía. Con base en la halakhá, amvas persona sno son judías. ¿Pero no judías exactamente del mismo modo? Una tradición de pensamiento dice que no: los descendiente de judíos, aunque no judíos halakicamente, deben ser considerados en la categoría de los Zera Israel, las semillas de Israel.
La expresión “semillas de Israel” aparece en los libros de Isaías (45:25, "En el Señor encontrarán justici y gloria todas las semillas de Israel" y Nehemías (9:2, "Las semillas de Israel se separarán de todos los extranjeros y en pie confesarán sus pecados y las culpas de sus padres") y fue interpretada como queriendo significar "la estirpe, la descendencia" del pueblo judío en sentido amplio, no normativo. El concepto, explica Rabbi Yossef Carmel en "Yeshiva.co.il", es depués analizado por Rabbi Moshe Isserles (1.520-1.572), quien sugiere que existe una forma de responsabilidad particular para el padre judío, la de educarlos en el Judaísmo y llevarlo a la conversión.
El debate sobre los Zera Israel en la época moderna, explica Simon Rocker en "The jewish Chronicle", está conectado al nombre de Ben Zion Meir Hai Uziel (1.880-1.953), primer Rabino jefe Sefardita de Israel. Tomando como referencia Ezequiel 34:4 ("No devolvísteis las ovejas descarriadas y no fuísteis en busca de las perdidas"), él afirmó realmente más veces que era un deber ocuparse activamente de los pertenecientes a este grupo para que volvieran al judaísmo.
El conjunto "Am Israel" es más grande que el conjunto "Bne ´Israel".
En Israel s ehabla hoy de Zera Israel sobre todo en relación con los descendientes de los inmigrados de la ex Unión Soviética. Pueden entrar en la categoría también los descendientes de convertidos a la fuerza (Bne ´Anusim), los hijos de adoptados y los hijos de madre subrogada.
En "The Jewish Week", Rabbi Shmuly Yanklowitz (la expresión "no judíos judaicos" que usamos en el título es suya) propone superar el razonamiento de las dos categorías (judíos y no judíos), en favor d eun razonamiento a tres: no judíos, judíos halakhicos y pertenecientes al pueblo judío. Añade: "Una persona no judía según las reglas de la Halakhah puede, sin embargo, ser judía en su identidad social y esto debería ser aceptado y respetado. Como enseña Kedushat Levi (Rabbi Levi Yitzchock de Berditchev, 1.740-1.810), Am israel (el pueblo de Israel, la nación en sentido amplio) es más grande que Bne´Israel (los hijos de Israel, halakhicamente judíos). Los judíos no halákhicos son también ellos parte de la nación santa, aunque sea como "judíos sociales" y no como "judíos legales".
Rabbi Yosef Carmel, en "Yeshiva.co", analiza igualmente la cuestión desde el punto de vista de la identidad social: "(Los Zera Israel) son, naturalmente, no judíos mientras no se convierten. Pero entendemos que no debemos considerarlos como si no tuvieran, mientras, ningún lazo con el pueblo judío. La mayor parte era considerada judía en la Unión Soviética, donde la nacionalidad del ciudadano era determinada por el padre, y por ello sufrión de antisemitismo".
Los Zera Israel hoy: el debate en Israel.
En Israel, el debate sobre los Zera Israel es especialmente perceptible a causa de centenares de miles de "no judíos judaicos", sobre todo de origen ruso: judíos, concretamente, "sociales pero no legales", que en base a las reglas del Rabinato Israelí, pueden cambiar su status (adquiriendo así una serie de derechos, entre los cuales está el de casarse en el país) solo después de haber completado un proceso de conversión en el que es pedida la dopción de un estilo de vida religioso y la observancia de las mitzvot.
Quien sostiene la legitimidad de su pertenecia a Am Israel no dice que ellosno deberían hacer la conversión, más bien que el recorrido debería tener en cuenta su especificidad, no considerándolos como unos judíos cualquiera. Y que no se trata de una opción, sino de un deber.
Escribe Rabbi Haim Amsalem en el "Jerusalem Post": "según la ley tradicional judía, no solo podemos sino que debemos convertir a estas personas. La tradición judíanos dice que no debemos tratarlas como no judías". Continúa, subrayando los aspectos sociodemográficos de la cuestión: "Aun no permitiendo su conversión, acabarán en todo caso casándose con nuestros hijos. Crecen, van a la escuela, sirven en el ejército y estudian juntos en la universidad: por millares elegirán inevitablemente convertirse en compañeros de vida. Y así, en las próximas décadas, Israel será atravesado por las disputas sobre qué ciudadanos son judíos y cuales no. Esto creará una situación de polarización nunca antes vista".
Imagen: Pixabay.

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